Han Kang: «Creo que la violencia está siempre presente, pero coexiste con la belleza»

Tamara Montero
tamara montero SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

Han Kang (Gwangju, 1970) publicó en España su novela «La vegetariana» en Rata Editorial. En la foto, la autora en Santiago
Han Kang (Gwangju, 1970) publicó en España su novela «La vegetariana» en Rata Editorial. En la foto, la autora en Santiago XOÁN A. SOLER

«Hay que atravesar esa parte oscura para ver la luz», dice esta maestra coreana en mezclar delicadeza y perturbación en la novela

21 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Por un segundo es imposible distinguir si lo que ilumina la sala es el sol que cae sobre la plaza de Cervantes o la voz suave de Han Kang (Gwangju, 1970), que relata cómo hace una década descubrió que el gran público todavía no estaba preparado para recibir La vegetariana, la incómoda narración de cómo Yeonghye decide que su única salvación es convertirse en un árbol. Con ese relato sobre la violencia ganó el galardón más prestigioso del mundo de literatura traducida al inglés (el Man Booker International) y el que ayer recibió, junto a Marcos Calveiro y Pedro Mairal, el premio San Clemente Rosalía-Abanca.

-Cuando salió La vegetariana en Corea, la crítica, los escritores y los lectores interesados la recibieron bien, pero para el público masivo fue un poco difícil de digerir. Les pareció demasiado.

-Demasiado perturbadora.

-Exacto. Con el éxito internacional, también el público coreano volvió a leerla. Habían pasado muchos años y había habido transformaciones culturales y sociales en Corea, así que ya la recibieron de otra manera. Aumentó el público que la entiende, pero todavía coexisten las dos opiniones. Hay quien cree que sigue siendo demasiado, pero por suerte entre los jóvenes hay muchos más lectores que la entienden.

-Tanto en «La vegetariana» como en su nueva novela, «Actos humanos», explora la violencia, pero de una manera incluso delicada. ¿Es que hay belleza en la crueldad?

-Yo estoy en contra de la violencia. Desde pequeña reaccioné contra ella. Creo que la violencia está siempre presente, pero coexiste con la belleza. Pero una no sale de la otra.

-El libro es también un relato sobre las consecuencias de dejar de ser lo que la sociedad espera.

-Yeonghye es un personaje que no busca parecerse a los demás. Es una mujer que es consecuente consigo misma y lo que quiere es alejarse la violencia. Salir de ella. Desde el punto de vista del personaje existe solo un camino, que es el de convertirse en árbol, y es la sociedad la que está enferma. Ella es consecuente y lo que busca es su propia salvación. Es demasiado normal para este mundo [ríe].

-Hablando de Yeonghye en otra entrevista, la definía como un ser que contempla la humanidad desde fuera. ¿Es lo que hace con sus novelas, actuar como una observadora externa?

-El personaje parte de los sentimientos que tengo acerca de la violencia y del contacto con el mundo. Por supuesto, hago un camino mucho más largo, expando mis propias vivencias al límite, al extremo. Pero yo creo que me parezco más a la hermana [ríe], en el sentido de que no quiere que Yeonghye muera, quiere cuidarla hasta el último momento, quiere comprenderla.

-En «Actos humanos» hace un ejercicio de observación de la historia reciente de su país. ¿Cómo ha sido el proceso de enfrentarse a la masacre que llevó a cabo el ejército en Gwangju?

-Solo han transcurrido treinta años y los supervivientes siguen vivos, igual que parientes y familiares. Así que escribí la novela no tan libremente, sino con la carga moral de escribir un libro pensando en todas esas personas.

-¿Es más duro ficcionar la realidad?

-Sobre todo pensé justamente en los supervivientes y los familiares. En el tercer capítulo hay un momento en que menciono a la autoridad que dio la orden y lo llamo asesino. Lo escribí y me dije: «Esto no puedo ponerlo». Y lo taché. Pero al mismo tiempo me sentí muy mal, como si estuviese traicionándome y traicionando a todas estas personas. Así que al lado volví a escribir «asesino» y lo dejé así. A partir de ese momento me prometí no reprimirme de ninguna manera. No autocensurarme.

-Y además su familia vivió en esa misma ciudad. Los muertos eran sus vecinos. ¿Cómo se escribe desde una experiencia tan personal?

-La parte más difícil no es esa, eso es simplemente una conexión con el tema. Lo más difícil fueron las pesadillas. Para escribir esto tuve que leer muchas declaraciones, expedientes, ver vídeos... Eso me generó muchas pesadillas y de vez en cuando todavía las tengo.

«Una novela sobre la masacre de Gwangju era necesaria»

La narradora coreana Han Kang dice que no busca respuestas, que solo completa preguntas.

-Cuando comencé la novela Actos humanos la pregunta que quería responderme era por qué la violencia está en la naturaleza humana. Pero a medida que fui escribiendo y centrándome en el personaje de Dong-ho (el estudiante de secundaria atrapado en la masacre), la pregunta se desplazó y empezó a ser cómo es que hay gente capaz de sacrificarse a sí mismo por el otro, por los ideales, y sacrificarse por la dignidad humana, sobre todo. Fue un desplazamiento de la pregunta.

-Al lado de la violencia siempre hay algo de belleza.

-Sí.

-Pero, ¿por qué entra en lo más horrible del ser humano?

-No es que explore esa parte oscura, sino que eso es el comienzo, explicarse el por qué de la crueldad y la violencia. Creo que hay que atravesar esa parte oscura de la violencia para llegar a la luz. No solo vi imágenes macabras y testimonios horribles, sino también fotos en que filas y filas de ciudadanos esperaban para donar sangre para los heridos y muchísima gente que se quedó defendiendo los lugares cuando sabían que esa noche iban a llegar los soldados. Así que vi los dos aspectos: la oscuridad y cómo en esta situación extrema nadie corrió para proteger su vida, sino que estuvo ahí defendiendo, peleando por los demás.

-Con «La vegetariana» no estaba preparada. Con «Actos humanos», ¿la sociedad está lista para leerse a sí misma, sus propios actos?

-Actos humanos tuvo una muy buena acogida, y había entonces un Gobierno más bien conservador. De todos modos, tanto el público lector como mis colegas no solo me felicitaron, sino que me dieron las gracias. Era como si se estuviera esperando una novela sobre el tema. Era necesaria.