Un disco recoge la obra para voz y piano del compositor ourensano Ángel Barja

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

La soprano Blanca Gómez, junto al pianista Héctor Guerrero (centro) y el tenor Miguel Bernal
La soprano Blanca Gómez, junto al pianista Héctor Guerrero (centro) y el tenor Miguel Bernal daniel diaz

«Limones van por el río» incluye sus «Canciones gallegas antiguas» junto a piezas sobre poemas de Lope o Lorca

22 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

A los 15 años, Ángel Barja (Terroso, Vilardevós, 1938-León, 1987) compuso su primera obra coral, Campanas de Bastabales, sobre un texto de Rosalía. A lo largo de su carrera esa raíz de la música popular gallega dejó huella en sus piezas, tanto en lo estrictamente musical como en su condición de sustento biográfico. No es gratuito, por tanto, que sus Canciones gallegas antiguas ocupen un lugar preeminente en el disco que recoge por primera vez su obra para voz y piano, Limones van por el río (Ibs Classical). «Tenía un gran conocimiento de la música gallega, que estilizaba sin renunciar a su raigambre popular. Estaba en su ADN como compositor», confirma el pianista Héctor Guerrero, artífice del disco junto a la soprano Blanca Gómez y al tenor Miguel Bernal.

«Eran sus raíces, su tierra», añade Guerrero, quien subraya la importancia que tuvo el folklore en la infancia del compositor, radicado a partir de 1971 en León, donde daría clases en el conservatorio. Canto de berce, Alalá de Padrón, Terra terriña o Prende salgueiriño son algunas de estas Canciones gallegas antiguas. «Son muy difíciles técnicamente», describe Guerrero, quien además de pianista es especialista en canto y dirige el conjunto vocal Commentor Vocis, para ilustrar el nivel de exigencia que aplicaba Barja a sus obras. Y el calificativo de antiguas entronca piezas como Cuantas savedes amar o Cantiga con «esas maravillosas cantigas de Alfonso X o Martín Códax», evidenciando una vez más ese fluido diálogo entre música popular y culta a lo largo de la historia.

En ese espejo se han mirado poetas como Rosalía y García Lorca, que no por casualidad inspiraron a Barja. Limones van por el río incluye varias canciones sobre poemas del escritor granadino -curiosamente, el disco se grabó en el auditorio Manuel de Falla de la ciudad andaluza-, entre las que destaca Romance de la luna luna, que se concreta en una pieza de más de ocho minutos de duración. Otros escritores sobre los que compuso Barja canciones para voz y piano son Lope de Vega (Zagalejo de perlas) o Juan Ramón Jiménez (Verde verderol). El compositor siempre manifestó un profundo interés por el mundo espiritual, lo que lo llevó a adentrarse no solo en la poesía, sino también en la literatura en general y en la filosofía.

 Un inconformista

Para la grabación, el trío de intérpretes ha manejado una edición canónica de la obra de Barja, a cargo de Luis González Viñuela y publicada por el Instituto Leonés de Cultura. «Es cierto que hay canciones de las que existen cuatro o cinco versiones, ya que Barja era un inconformista y siempre estaba puliendo su obra, cambiando algunas cosas aquí y allá», explica Guerrero. Las partituras que dejó de su mano el compositor también le impresionaron por su «pulcritud y su caligrafía extraordinaria».

 Un legado de 600 obras pese a una muerte prematura

Barja fue un compositor prolífico, de quien se conoce sobre todo su obra coral, «que se interpreta por coros de toda España y también en el extranjero», según Guerrero. Fue determinante su período de formación en Roma, en el Pontificio Instituto de Música Sacra. Su Misa Ara Coeli nació mientras la escribía sentado precisamente en la iglesia de Santa María Aracoeli en la capital italiana. Barja llegó a ordenarse sacerdote, pero una crisis de fe y un enamoramiento lo llevan a la vida laica y a contraer matrimonio con Begoña Alonso, que también ha contribuido a impulsar este disco de su obra para voz y piano. Su curiosidad y rigor lo proveyeron de un amplio conocimiento de historia musical, una perspectiva teórica que cultivó desde el ensayo. A su muerte, con 49 años, dejó un legado de más de 600 composiciones.