«Ulises», una odisea del siglo XX

HÉCTOR J. PORTO REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Sylvia Beach y Joyce, en la librería parisina Shakespeare & Co.
Sylvia Beach y Joyce, en la librería parisina Shakespeare & Co.

Publican en castellano el ensayo de Kevin Birmingham que indaga en la importancia histórica de la obra mayor de Joyce, prohibida durante años en EE.UU. y Gran Bretaña

21 nov 2016 . Actualizado a las 07:57 h.

Mucho antes de que Marilyn Monroe apareciese en una fotografía enfrascada en la lectura de las páginas finales del Ulises, el libro de James Joyce (Dublín, 1882-Zúrich, 1941) hubo de superar con titánica perseverancia años y años de obstáculos, incomprensión, insultos y censura. Hoy, mientras el prestigio y la leyenda de esta oscura narración crecen sin descanso, son muchos los que la elogian profusamente y pocos los que la han leído, un fenómeno que no es nuevo -ha pasado siempre, hasta con el Quijote, Hamlet o la Ilíada- pero que con la obra del autor irlandés, por su dificultad de interpretación, se extrema hasta niveles solo comparables a la Divina comedia de Dante.

Incluso más allá del festejo popular del Bloomsday, la extraña crónica de la peripecia dublinesa de Leopold Bloom aquel 16 de junio de 1904 ha tornado absurdas las dudas que el escritor expresaba en su diario: «¿Recordará alguien este día?». Sin embargo, y aunque, paradójicamente, muchos de los aspectos que se pusieron en juego en la odisea (de nuevo, Homero) que vivió el propio libro -y que lo sumergió en casi catorce años de procesos judiciales- acabaron por contribuir a la difusión y la reputación del texto, el relato de aquella polémica persecución se ha disuelto en una bruma muy británica.

Al rescate de aquella apasionante peripecia ha ido el historiador literario y profesor de Harvard Kevin Birmingham, que, pese a su juventud, realiza en El libro más peligroso una monumental, concienzuda y amena investigación que da cuenta de cada detalle de la peleada aventura del Ulises. El ensayo llega a las librerías españolas el próximo miércoles de la mano de Es Pop [el pulpo, en mallorquín], sello que dirige con pulso certero Óscar Palmer, quien también tradujo una obra que -como anota el editor- aclara, entre otras muchas cuestiones, «¿cómo acaba un libro prohibido durante más de diez años y juzgado en tres ocasiones por obsceno convertido en canon literario en apenas unas décadas?». Birmingham convierte su pesquisa en una apasionante biografía, que se lee como novela pero que nunca desatiende el rigor, haciendo honor al trabajo sobrehumano con que levantó esta compleja obra Joyce, que jamás descuidó la escritura pese a la carga sexual y el sentido del humor que marcan el Ulises y que son, precisamente, santo y seña de su rabiosa modernidad.

La guerra comenzó incluso antes de que la obra tomase forma de libro el 2 de febrero de 1922 gracias a la tenacidad de Sylvia Beach, propietaria de la librería Shakespeare & Co., en la parisina rue de l'Odéon, que desoyó el escándalo que sucedía al otro lado del Atlántico y se convirtió en editora para la ocasión. «En Nueva York se ha montado la de Dios es Cristo con Nausícaa [episodio del Ulises]», contaba Joyce por carta a un amigo tras saber que un fiscal neoyorquino había acusado de obscenidad (ocurrió en 1920) a las dos mujeres -Margaret Anderson y Jane Heap- que dirigían la revista The Little Review, donde la obra se publicó por primera vez en una serie de entregas hasta completar la mitad del texto. La pérdida del juicio truncó el proyecto.

El Ulises fue prohibido en Estados Unidos -y así permaneció durante trece años-, y también en el Reino Unido. Hasta se quemaron ejemplares públicamente tras las incautaciones auspiciadas por la llamada Sociedad Neoyorquina para la Supresión del Vicio, la misma que había instigado a la Fiscalía. El libro solo podía entrar de contrabando en Norteamérica y hubo hasta quien se pasó un mes entero cruzando cada día la frontera canadiense con un volumen oculto en los pantalones. 

Obscena pornografía

El Ulises fue considerado denigrante pornografía y -al contrario de hoy- sus detractores eran incapaces de advertir en él mérito literario alguno. Élites culturales, académicos, universitarios, publicaciones reputadas deploraron el libro por impúdico, lascivo, sórdido y degradante. No fue hasta el tercer juicio cuando el juez John Woolsey emitió, en diciembre de 1933, un veredicto revolucionario que, aunque admite elementos obscenos y eróticos, pone por encima sus valores artísticos y su exploración de la vida interior de los hombres, siempre reconociendo que no es una obra fácil de penetrar. «Era un juez ilustrado, que poseía una gran biblioteca, que leía mucho». Es más, anota Palmer, aunque no tenía obligación legal, Woolsey se impuso, para juzgar, la ardua tarea de leer íntegramente el libro; la mayoría se hubiese conformado con ver los pasajes convenientemente señalados -con intención acusatoria- por el fiscal.

En realidad, su presencia al frente de la causa no tiene que ver con el azar: el abogado defensor había pedido diversos aplazamientos del juicio, hasta que coincidió que Woolsey estaba sentado en el estrado. Su fama y un demostrado talante progresista le precedían. Y ya había autorizado antes la publicación de varios tratados médicos de salud sexual, absurdamente censurados por unas leyes sobre la obscenidad vigentes en 1930 que databan de mediados del siglo XIX.

Un libro que fue y sigue siendo clave al margen del interés de su contenido

La publicación de El libro más peligroso. James Joyce y la batalla por Ulises, obra de Kevin Birmingham, encaja perfectamente en la concepción abierta y heterodoxa del ensayo que defiende el sello madrileño Es Pop, afirma Óscar Palmer, editor independiente y también conocido traductor. «El texto entraña los múltiples valores que busco habitualmente en los títulos de nuestro catálogo. Y es un ensayo buenísimo que pone en perspectiva lo que significó el Ulises en su momento, más allá de lo que significa hoy», matiza con énfasis. Porque a Palmer le gustan especialmente los libros enriquecedores, dice, que tengan varios niveles de lectura o que traten los temas desde distintas ópticas.

«Lo que me enamoró del trabajo realizado por el profesor Birmingham -abunda el editor- es que tiene una parte de investigación biográfica sobre James Joyce que ofrece un retrato bastante completo de su vida, pero no se queda únicamente ahí». Así, aprecia de modo notable que el autor dedique tiempo y espacio a hablarle al lector también de «todas las personas que rodearon al escritor dublinés en aquella época y que fueron igual de importantes, cada uno en su papel, a la hora de conseguir que aquella compleja novela se publicara». 

Protagonismo de las mujeres

Palmer se refiere a actores varios en aquel drama, desde los amigos y escritores afines como Ezra Pound, T. S. Eliot y Ernest Hemingway hasta por supuesto sus editoras, todas ellas mujeres: Margaret Anderson, Jane Heap, Harriet Weaver y Sylvia Beach. «Esto le permite trazar un retrato de época muy completo y hablar de otros temas relacionados con la novela o sus circunstancias, como el sufragismo, el anarquismo y las vanguardias culturales del período de entreguerras», aspectos que considera absolutamente esclarecedores. No hay que olvidar, por ejemplo, agrega, que Beach no era editora, era una simple librera, y «decide asumir enormes riesgos con el dispendio que le exige la publicación de aquel enigmático novelón de más de 700 páginas». Palmer subraya que la empresa fue muy artesanal, ya que Beach trabajó con una imprenta pequeña, donde se componían los tipos a mano.

Con todo ello, elogia el editor y traductor, Birmingham pone el Ulises en su contexto histórico, «ilustrando lo caprichosos que son los cánones y ofreciendo una vista panorámica de por qué fue y sigue siendo un libro clave, al margen de que te pueda interesar o no su contenido».