En el corazón de la animación

Xesús Fraga
Xesús Fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

La gallega Sonia Iglesias, especialista en la construcción de armazones para figuras de cintas de «stop-motion», trabaja en Londres en el nuevo filme de Wes Anderson

20 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Pese a lo que pueda parecer por la omnipresencia de las imágenes generadas digitalmente (CGI, en sus siglas en inglés), existe un cine donde lo artesano goza de tal importancia que lo entronca con el trabajo pionero de nombres como Méliès o Harryhausen. En las películas rodadas con la técnica stop-motion, que registra individualmente cada fotograma -24 por cada segundo de filme-, el proceso puede demorarse varios años por lo laborioso de la filmación y la construcción manual de las piezas.

Sonia Iglesias (Arteixo, 1982) se ha especializado en la elaboración de los armazones que, a modo de esqueletos, sostienen las figuras y permiten su movimiento. Estudiar escultura en la escuela Pablo Picasso de A Coruña y su afición a la joyería y «jugar con los materiales» le han permitido afrontar este meticuloso trabajo: «Encontré lo que quería hacer».

En ocho años de trayectoria ha podido participar en filmes como O Apóstolo, pionero en Galicia; Piratas!, de Aardman, responsables también de Wallace & Gromit; Frankenweenie o Ma Vie de Courgette, que Suiza ha elegido para representar el país en la categoría de película de habla no inglesa en los Óscar. Actualmente está inmersa en Londres en la producción de la nueva cinta de stop-motion de Wes Anderson tras Fantastic Mr. Fox.

Buena parte de la aportación de Sonia Iglesias a estos filmes no se ve en pantalla, pero es decisiva, ya que los armazones son los que permiten al animador cambiar de postura las figuras. El proceso comienza con el diseño del personaje, la referencia básica para que la escultora comience a armar el esqueleto con piezas generalmente de «acero y latón». Una vez construido el armazón, se añaden otros materiales, como la silicona o la espuma de látex, que le dan la forma al diseño. «En algunas figuras hay que reemplazar manualmente la boca o los ojos, que se hacen para ser reemplazables. En Aardman, por ejemplo, se trabaja así», explica Iglesias.

Mientras el 3D parece haber tomado la animación, el stop-motion entronca con los grandes clásicos del género. «Hay quien cree que puede ser algo de ahora, pero King Kong o Godzilla se hicieron con stop-motion, aunque se pueda haber olvidado», ejemplifica Iglesias, quien confiesa su devoción por Ray Harryhausen -en su extensa filmografía brilla Jasón y los argonautas-. «Hizo mis películas favoritas de pequeña, las echaban en la primera todos los años y en el 2011 hubo una exposición espléndida en A Coruña, en la Fundación Luís Seoane; había maquetas muñecos, esqueletos... fue increíble», recuerda.

Una de las características del trabajo en esta industria es la confidencialidad sobre lo que ocurre en los estudios. Del filme de Anderson se sabe que gira en torno a perros y que no se estrenará al menos hasta el 2018. Una larga pero merecida espera.

Una vida nómada con paradas laborales en Londres, Lyon y Ámsterdam

El talento escultórico de Sonia Iglesias aplicado a la animación la ha llevado a trabajar en Londres, Ámsterdam o Lyon, donde participó en Ma Vie de Courgette. Esta película es una de las tres finalistas en el apartado de animación de los Premios de Cine Europeo, donde se enfrenta a Psiconautas, del coruñés Alberto Vázquez, a quien Iglesias también conoce y elogia. Ella tiene a varios españoles ahora mismo de compañeros, que se mueven en un círculo profesional en el que tarde o temprano acaban coincidiendo, especialmente en el extranjero. «Es una vida nómada», confirma Iglesias. «Cuando te llaman tienes que estar preparada».

Este nomadismo está propiciado en buena medida porque son las oportunidades las que tiran de los talentos, que en la actualidad encuentran más ofertas fuera de España que dentro. «Pero si todos nos marchamos nunca podremos llegar a hacer cosas en España», reflexiona Sonia Iglesias. Además de menos opciones, hay otra realidad ineludible, y es que las condiciones, de trabajo y salariales, tampoco son las mismas. Pero siendo el cine la industria de los sueños, a la escultora le encantaría tener su propio taller, y tiene claro dónde lo ubicaría: «En Galicia y, si es posible, en Arteixo».