Sacar pecho, o si se prefiere tirar de chauvinismo, tampoco sobra cuando tenemos a El desconocido luciendo ocho nominaciones (entre ellos varios profesionales gallegos), que es una burrada y motivo de orgullo para su productora, la ya consolidada Vaca Films. Lo tenía complicado para colarse entre las cinco finalistas, pero, como siempre, vaya usted a saber qué demonios pasa por la cabeza de los señores académicos, cuando su calidad supera, al menos, a dos de las finalistas... Y no es tirarse un farol, basta con echar mano de los numerosos paneles críticos que andan por esos mundos digitales. Pero tenemos a Dani de la Torre bien colocado para hacerse con el Goya al autor novel, lo cual implícitamente equivaldría a llevárselo a la mejor película. Ojalá.
Saquemos pecho también, cuando entre las cuatro finalistas en animación están dos largos con participación galaica, Meñique y el espejo mágico, coproducida por Ficción Producciones, y Noche ¿de paz?, resucitada gracias al esfuerzo personal de su director Juan Galiñanes, después de estar sometida a dolorosos vaivenes. Añádase que Zircozine participa en A cambio de nada, la voluntariosa ópera prima de Daniel Guzmán, y completaremos un buen plantel. En general, la Academia optó por la calidad, y que Ocho apellidos catalanes no se haya comido un rosco pudiera ser interpretado como evidencia de ese pecado nacional que es la envidia. Pero no, solo es una prueba evidente de dignidad torera. Lo que hace falta ahora, es que esas películas regresen a las pantallas para que los Goya se confirmen lo que son: una fiesta del cine propio, que lo hay y es muy bueno.