Francisca Aguirre y Guadalupe Grande: «Conocimos a Paco antes de que hiciera la mili, era de la familia»

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

Marcos Míguez

Recital al alimón de la viuda y de la hija de Félix Grande

28 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

«Hola, soy Paca», se presenta con familiaridad. Lleva un vestido negro y en la mano un par de ejemplares de su libro de recuerdos Espejito, espejito. En unos segundos muestra su alma dolorida de la que mana a borbotones la memoria de Félix Grande. «Lupe y yo estamos hechas fosfatina», reconoce Francisca Aguirre (Alicante, 1930), viuda del poeta. Le acompaña su hija, Guadalupe Grande (Madrid, 1965). Ambas participaron ayer en A Coruña en el ciclo literario La creación y sus autores, organizado por el Centro de Formación e Recursos, coordinado por Javier Pintor y con Xavier Seoane de moderador. «Hablaremos de lo que nos pidan, vamos al zar», decía antes del encuentro Lupe, autora de poemarios como El libro de Lilit y Hotel para erizos y que, discretamente, cede el protagonismo.

-Y tras lo de Félix... Paco de Lucía, del que eran muy amigos.

-A Paco lo conocimos antes de que fuera a hacer la mili, era como de la familia. A Félix le fascinaba su forma de tocar la guitarra. Estábamos desayunando las dos cuando oímos la noticia. Paco tampoco estaba enfermo, lo mismo que Félix, que no había tenido un catarro en su vida.

-¿Por qué lleva ese libro?

-Lo escribí cuando ganaron por primera vez los socialistas, en 1982, y se lo dediqué a mi abuela. Lo escribí para poder recordar los viejos tiempos de la guerra y terminar con que había por fin un Gobierno socialista.

-En el último libro habla con sus animales de compañía...

-Sí, es Conversaciones con mi animal de compañía [Editorial Rilke]. Tengo dos libros inéditos que tengo que revisar y ya veré cuando los publico, pero publicado... ese es el último. Y es que como están las cosas, que todo es un desastre, pues hablo con mis bichos, los perros, los gatos...

-¿Esos no le protestan?

-Tengo conversaciones donde me contestan los bichos.

-¿Félix está muy presente?

-Naturalmente. Todo lo que he escrito lo he escrito a su lado. Desde el primer libro, Ítaca, a los dos últimos, que están terminados y también les echó una ojeada él para decir lo que le parecía bien, lo que le parecía regular y lo que le parecía estupendo.

-¿Y hacía caso a lo que le comentaba Félix?

-Todo el caso porque Félix tenía una oreja de tísico, para la musicalidad del poema, para la rima, además de una memoria fulgurante para ver las repeticiones... Tenía un olfato grandísimo para las cursiladas, cosa que odiábamos los dos, ferozmente, pero que a veces se le escapan a uno... [risas]. Como le dijo en una ocasión Eladio Cabañero a Félix: «Mira, el primero que comparó los labios de una mujer con una rosa era un poeta, el segundo un imbécil».

-Otro amigo era Pepe Hierro.

-Lo leeré luego si lo encuentro porque Félix y yo tuvimos luna de miel gracias a Pepe que nos dejó su casa de Santander.

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