Y Kerouac en el asiento de al lado

CULTURA

El quinto álbum de la serie se sumerge en la generación beat con un accidentando viaje de costa a costa en Estados Unidos

11 nov 2014 . Actualizado a las 19:28 h.

Desde que hace unos 12 años Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales alumbraran al gato John Blacksad, cada salida al mercado de un nuevo álbum es una fiesta. Un lugar entre las sombras, el primer trabajo, deslumbró por su dibujo, color, escenografía y tensión narrativa. Los tres que llegaron después (sobre todo Artic Nation) demostraron agilidad, versatilidad y frescura. Con la dificultad de dar con nuevas teclas si el instrumento suena tan bien.

¿Por qué esta introducción? Porque con el que era uno de los cómic más aguardados del 2013 la comparación con el pasado es inevitable. Y porque quizá las expectativas eran muy altas. Amarillo es un libro estupendo, sí, pero le falta el punto de innovación que se apreciaba en las obras precedentes, tanto en la puesta en página (se extrañan algunas planchas a página completa, con ese dibujo tan espectacular de Guarnido, con profundidades de campo y detalles impensables) como en el propio perfil del protagonista, del que apenas se descubren nuevos matices.

Hecha la salvedad, conviene insistir: Amarillo es un álbum notable. Un libro en el que los elementos secundarios son los que dan aliento a la trama, frente a un Blacksad más plano. Hay una galería de personajes muy bien ejecutados con los que es fácil establecer paralelismos. La propia trama, una road movie de costa a costa de los Estados Unidos, traslada al lector a Jack Kerouac y su En el camino, manifiesto de la Generación Beat. Y los escritores que desfilan por Amarillo tienen mucho que ver con las biografías del propio Kerouac, de William Burroughs y de Allen Ginsberg, con sus disputas, sus tensiones y sus golpes (físicos, no solo retóricos). El homenaje a aquellos trastornados creadores es la capa subterránea del libro que cuesta más encontrar. Y es lo mejor.

La trama arranca de forma bastante inocente, en el Nueva Orleans en el que finaliza El infierno, el silencio (el álbum precedente), con un John Blacksad cansado de su ajetreada vida, que logra por azar un trabajo como chófer, y con el sencillo encargo de llevar un Cadillac hasta Tulsa (Oklahoma). El encargo se convierte en un viaje accidentado por culpa de unos escritores con ganas de juega, y que se complica con un asesinato fortuito (o no). La trama sigue a partir de ahí de forma lineal, con una tensión que va creciendo, aunque sin excesivas vueltas ni complicaciones.

La recreación del ambiente tenso del interior de Estados Unidos en los años 50, la vida rápida en la carretera y algunos golpes de humor (infrecuente en la saga) despiertan este álbum del género negro, junto a la aparición de un tipo muy logrado, un representante literario expuesto aquí como una hiena. ¡Ah! Conviene recordar que todos los personajes de Blacksad son animales. Y que la elección de cada uno no es casual: un loro que se harta de hablar, un oso embrutecido, una avestruz torpona, unas cabras moteras... Nunca al azar. Tampoco aquí.