Coleccionistas de China y Rusia llevan la especulación a las subastas de arte

mercedes rozas

CULTURA

Sus élites se adjudican en las pujas obras a precios millonarios

10 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Una escultura realizada por Giacometti en 1955 fue esta semana vendida en Nueva York por 37 millones de euros. En la misma subasta, por una pintura de Picasso se pagaron casi 30 y por un lienzo de Monet unos 12. En el mundo de la compra y venta de arte, en casas como Sotheby?s y Christie?s las transacciones se liquidan en cifras astronómicas.

La primera razón de que se alcancen estos récords reside en que los lotes por los que pujan los coleccionistas tienen colgado el marchamo de valor seguro, una etiqueta que poseen las obras de artistas de las vanguardias de finales del XIX y principios del XX. Monet, Giacometti, lo mismo que Van Gogh, Gauguin, Munch, Brancusi, Matisse y, sobre todo, Picasso, mantienen desde hace años un nivel de mercado insuperable, así que el comprador que se ha llevado a su casa el retrato en bronce que Giacometti hizo de su hermano o el que Picasso pintó de Marie-Thérèse Walter sabe que en un futuro, si lo desea, podrá revenderlo doblando seguramente el precio que él pagó.

La segunda razón se encuentra en el propio entramado de las subastas, que viven por y para el negocio creado en torno a una estudiada red de críticos, marchantes, galeristas y sobre todo coleccionistas con voluntad de inversión y ansias de un estatus financiero y cultural.

El crítico de arte Jerry Saltz se atrevió a afirmar que «las subastas son una extraña combinación de mercado de esclavos, recinto bursátil, teatro y burdel». Y posiblemente no le falte razón. Tras las compras más recientes de obras emblemáticas, de esas que todos conocemos como de libro, se hallan nuevos ricos de potencias emergentes como China y Rusia. La élite de India, Arabia, Brasil y México también se ha lanzado con entusiasmo a coleccionar. Algunos de estos países no solo exportan compradores, sino también creadores actuales que aprovechan la coyuntura para introducirse, a veces con bien poca enjundia, en el libre y poderoso mercado internacional. Nunca hubo tanto brote de creatividad proveniente de China o Brasil, por ejemplo, como en estos últimos años.

El resultado de esta carrera económica es la competencia desleal entre casas de subastas, una especulación atroz que sube y baja los precios a medida e incluso una inflación en muchos casos exagerada del valor real de algunos artistas: basta pensar en Damien Hirst.

En la subasta de Sotheby?s estaba además el cuadro Automobile in corsa, de Giacomo Balla, vendido por 8,5 millones de euros; la pintura Tabac, journal et bouteille de vin rosé, de Juan Gris, por 6,5 millones; y el lienzo Glaçons, effet blanc, de Claude Monet que terminó despachándose por casi 12 millones de euros. Números, cómo se ve, remotamente lejos del común de los mortales.