Espectáculo sin duda porque a Ridley Scott nadie le cuestiona su capacidad para servirlo en plato de lujo, con un acabado visual impecable con la ayuda de su diseñador de producción habitual, Arthur Max. Le avalan sus credenciales previas con Alien (1979) y Blade Runner (1982), por muy lejanas que sean. Pero con Prometheus carbura a medio gas, aunque conociendo su trayectoria de los últimos años, todo apunta a que la redención del filme llegará a través de una director's cut con media hora más para dar mayor consistencia a varios personajes, explicar algunas situaciones y dar un ritmo más equilibrado a una versión que se adivina muy pensada para la taquilla coyuntural. Y por lo visto les salió bien, pues ya supera ampliamente los 300 millones de dólares a nivel mundial (costó 130) apenas un mes después de su estreno.
Compararla con la magistral Alien sería tan injusto como cruel, pues aunque se cuidan de introducir algunos elementos que alimenten la coartada de la precuela, muy poco tienen que ver. Estamos al final del presente siglo y una expedición va hacia un planeta remoto en busca de explicaciones para la aparición de vida humana en la tierra, los orígenes en suma? Más que carencias en el guion, deja la sensación de que en soltaron lastre en la sala de montaje a favor del público más joven, como renunciando a romperles la cabeza con cuestiones filosófica-científicas para concederles ese ritmo frenético y hueco, más propio de Tony Scott que de Ridley. Incluso se cae en el tópico (sobre todo con la tripulación) para satisfacer al patio de butacas. Arranca con una secuencia realmente impactante, como buscando un tono Kubrick subrayado por la música sinfónica de Marc Streitenfeld a lo John Williams. Hay otras también memorables, sin duda. Pero aguardemos al director's cut. Seguro que veremos otro filme mejor redondeado.
EE.UU., 2012. Director: Ridley Scott. Intérpretes: Noomi Rapace, Michael Fassbender, Charlize Theron.
Fantástico. 123 min.