La obsesión de Leiva

La Voz COLPISA | DARIO MANRIQUE

CULTURA

Ángel Díaz

El excomponente de Pereza edita su primer disco en solitario, «Diciembre», después de diez años junto a Rubén Pozo

23 feb 2012 . Actualizado a las 20:10 h.

Leiva tiene obsesión con la palabra obsesión. Es una de las más repetidas en media hora de conversación. Se ha «obsesionado con el sonido» de su disco, la grabación ha sido un «proceso obsesivo», le «tenía muy obsesionado» conseguir que las marionetas de su último videoclip transmitieran emociones humanas. Probablemente se explique porque sea un perfeccionista en lo relativo a su música. Desde luego, hablando, es extremadamente minucioso: puede dar dos o tres aclaraciones a su primera frase, hasta que considera que ha expresado sin ambages lo que quería.

Puede ser normal que un músico se obsesione con un disco, pero seguramente ocurre más cuando es el primero que graba en solitario tras más de una década formando parte de un grupo. El año pasado, Rubén Pozo y Leiva (de nombre real José Miguel Conejo, 31 años), decidieron hacer un paréntesis en Pereza para editar sendos álbumes en solitario. El de Pozo, Lo que más, saldrá el próximo 20 de marzo; el de Leiva, Diciembre, ya está en las tiendas.

«No era parte de un plan hacer un disco en solitario. Fue una circunstancia», explica Leiva. «Rubén y yo queríamos sacar un disco corto de Pereza y cuando pusimos las canciones encima de la mesa teníamos 40, para un disco triple... Entonces la criba para uno normal iba a ser muy sanguinaria, y dijimos: 'Vamos a parar un poco'», añade.

Diciembre, producido por el propio Leiva, suena a pop-rock americano clásico cruzado con la tradición del rock en español de siempre. Es un sonido lujoso, enmarcado por vientos deslumbrantes y potentes. «He estado un año grabando sin que nadie supiera nada, y eso me ha dado pie a probar, investigar. La parte nueva es que no tenía la perspectiva de Rubén, no tenía que consensuar, tenía esa libertad para equivocarme», cuenta el madrileño. «Ha sido un proceso artesanal y en ocasiones obsesivo, pero me apetecía. En cuanto a los vientos, los músicos españoles tenemos cierto miedo porque no suelen sonar creíbles, suenan de mentira. Y me obsesionaba, quería que los metales fueran parte de la identidad del disco».

También en sus temas Diciembre tiene un hilo conductor, aunque sea de manera inconsciente: «Después de haber estado un año de gira, conociendo gente, viajando y pasándote cosas todo el rato, pues de repente paras, te sientes desubicado, el miedo, el vértigo, las preguntas. Estaba diciendo: 'dónde estoy, qué es esto y qué hago'. Estás desenganchado de las cosas que han pasado en tu barrio y en tu familia. Yo gestiono eso bastante mal, tardo un par de meses en conectar. Es una asignatura pendiente de los músicos, saber gestionar esa vida sin culpa».

Ya no es que Leiva sea músico de profesión, es que la música parece ocupar cada minuto de su vida, no quiere ni puede hacer otra cosa. Sirva de ejemplo su agenda de los próximos meses: 30 actuaciones en salas de toda España, alternadas con otras tantas en formato acústico, una mini-gira argentina, «cuatro o cinco conciertos con Pereza, elegidos y grandes», más algunos bolos con Hot Legs, el grupo de versiones que comparte con Carlos Tarque de M Clan... «Todo eso tiene que ver con lo que decía antes del vértigo», aclara, «son trampas para no enfrentarte a estar parado, soy bastante inquieto».

«Un cambio sienta bien, no somos siameses. La gente me ve por la calle y me pregunta dónde está Rubén. No lo sé, tío, no lo sé, somos dos personas diferentes»

Esos conciertos puntuales con Pereza sirven para demostrar que, pese al miedo de muchos de sus fans, el grupo no se ha separado definitivamente. «Nunca fuimos conscientes de la dimensión que iba a tener parar», confiesa Leiva. «Haremos un disco juntos cuando nos apetezca, no hay fechas ni contratos. Seguiremos tocando juntos de vez en cuando para vernos encima del escenario y porque nos apetece. Poner una fecha, no, por ahora estamos muy enchufados cada uno en lo nuestro. Pero lo normal es que lo hagamos, porque no ha habido un enfado ni una guerra».

Ambos, Rubén y Leiva, han disfrutado con el disco del otro «desde un sitio muy sano» -«ahora somos espectadores»-, y opinan que estos trabajos sirven para afirmar sus personalidades, muchas veces erróneamente fundidas en una. «Tampoco creo que haya sido una cosa de desfogarnos, ni que sintamos alivio ninguno de los dos, tampoco estábamos en Guantánamo», aclara Leiva «pero un cambio sienta bien, no somos siameses. La gente me ve por la calle y me pregunta dónde está Rubén. No lo sé, tío, no lo sé, somos dos personas diferentes. Está bien probar otras cosas».