Barcelona, no tan «biutiful»

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa REDACCIÓN/LA VOZ.

CULTURA

La película de Iñárritu muestra el lado más crudo del Raval, el legendario barrio canalla de la capital catalana

18 dic 2010 . Actualizado a las 02:47 h.

La ciudad edulcorada que mostró Woody Allen en la muy generosamente subvencionada Vicky Cristina Barcelona poco tiene que ver con la urbe sórdida y canalla de Biutiful , la cinta de González de Iñárritu protagonizada por Javier Bardem que fulmina la postal turística de la sede olímpica y exhibe las cicatrices que ha dejado la crisis sobre la piel de la capital de Cataluña.

En Biutiful no lucen ni las boutiques de lujo del paseo de Gracia ni las filigranas arquitectónicas de Gaudí. El plató urbano elegido por Iñárritu es el Raval, el barrio multirracial que se alza en la margen derecha de las Ramblas y donde todavía se respira la atmósfera golfa del antiguo barrio portuario por el que ya han deambulado célebres seres de ficción, desde el inquieto sabueso Carvalho de Vázquez Montalbán hasta Jazz Maynard, antihéroe del cómic contemporáneo y protagonista del álbum Melodía del Raval , de Raule y Roger.

El pálpito de 50.000 almas

Sobre un tablero de apenas un kilómetro cuadrado palpitan 50.000 habitantes -lo que en otros parajes sumaría la población de una pequeña ciudad de provincias-, la mitad de los cuales son de origen extracomunitario. A principios de mes la Policía desmanteló en el corazón del Raval una red de carteristas que trabajaba para Al Qaida afanando pasaportes que luego distribuían a las células de la red terrorista en todo el mundo. Un problema, el del islamismo radical, que se ha venido a sumar a las lacras ya endémicas de este dédalo de calles e idiomas: el trapicheo de droga y la prostitución.

Con estos mimbres se forja un personaje como Uxbal, el tipo duro encarnado por Javier Bardem, un charnego superviviente de todos los naufragios, que va trampeando como puede en medio del vendaval de la omnipresente crisis que siembra la ciudad de locales vacíos con el inevitable cartel de «en lloguer» (se alquila).

El Raval tampoco es el Bronx (tal vez ni siquiera el Bronx sea ya el Bronx desde Giuliani). De hecho, en los últimos años, antes del aterrizaje forzoso en la recesión, el barrio había entrado en un proceso de recuperación de espacios degradados gracias a la implantación en la zona de centros de arte que han convertido este rincón en uno de los epicentros de la cultura barcelonesa. Uno de los locales emblemáticos de ese nuevo Raval es la librería La Central, que cuenta en la calle Elisabets con una sucursal de su histórico establecimiento del Ensanche. Ubicada en lo que antiguamente era la Capilla de la Misericordia, esta hermosa librería es, con sus 80.000 títulos palpitando en los anaqueles, un soplo de paz en medio del convulso barrio de Uxbal y sus congéneres.