El Circo del Sol se quedó con lo puesto

Camilo Franco

CULTURA

El espectáculo no tiene queja, pero... Por Camilo Franco

23 abr 2010 . Actualizado a las 16:56 h.

Igual hay que ser un poco más exigente con quien promete la maravilla. El Circo del Sol (Cirque du Soleil) no tiene queja, pero Saltimbanco se queda en Santiago muy lejos de ser una réplica renovada de antiguas maravillas o la conjunción de lenguajes que llevan funcionando por separado 2.000 años en el mundo del espectáculo.

Los números que ofrece este circo son buenos, incluso buenísimos y envueltos del glamur de grandes superficies que aleja a los acróbatas del serrín que tanto manchó los zapatos de los niños de otro tiempo.

Ahora los niños ya no usan zapatos y los artistas de circo necesitan de otras disculpas para presentarse ante su público de siempre. Que el espectáculo del Soleil es una revisión de vida urbana es lo de menos porque una de las ventajas del circo es que no necesitaba de disculpas. Era.

El Circo del Sol llenó el pabellón con entradas de hasta 70 euros y el respeto que merecen estas circunstancias, la gente y el dinero, quizá podría hacer que el montaje fuese todo lo grande que prometía. Esto es, con más números y con menos transiciones. Porque, si alguien va a un espectáculo que es como convertir el circo en una ópera, no solo espera que la música suene bien, que los payasos hagan reír, que el vestuario sea impresionante o que las palomitas cuesten tres euros. En realidad se espera que exceda en todo, excepto en las palomitas. Saltimbanco se quedó en lo justo. No es un mal espectáculo, pero no es grandioso. Ni tan siquiera es grande. Es un buen espectáculo de circo que se entretiene demasiado en el envoltorio. Es un buen espectáculo que no escapa de aquella máxima para artistas y público: el circo es repetición.

Los mismos números del Circo del Sol debajo de una carpa convencional llamarían menos la atención y no serían programados por el Xacobeo. El cambio de contexto puede ser o no importante, pero el cambio de tarifa sí que lo es.

La única especie animal que sigue habiendo en los circos es la humana, pero hace ya muchos años que esa circunstancia no es patrimonio de este circo tan coloridamente anunciado.

Al final, como suele ocurrir en casi todo, debe ser un problema de expectativas y ya que los acróbatas y los trapecistas eran buenos solamente tenía que haber más. Porque si no parece más cosa de vestir los viejos santos de la pista con el vestuario y el maquillaje de aquellas películas oníricas que casi nadie quiso ir a ver.