Pero que este señor se dedique a pintar de oro las pezuñas de un toro, alardee de hacer arte conceptual, no le conceda el 50% de lo ganado a su galerista o algunos de los nuevos ricos rusos o árabes se lleven a casa sus ocurrencias, no es lo preocupante. Lo verdaderamente alarmante es que todavía siga habiendo popes del mundo artístico que alaben, como diría Ian Ground, sus auténticas «chorradas».