Bajada sin fin hasta el Mandeo

cristóbal ramírez

PADERNE

cristóbal ramírez

Paderne esconde rincones idóneos para una pequeña caminata

21 jun 2020 . Actualizado a las 12:51 h.

Paderne es un municipio algo olvidado de la mano de Dios y de los hombres, sea dicho con todo respeto. Y eso que es jacobeo: por él pasa el Camino Inglés, si bien es cierto que de una manera tangencial. Pero la realidad es que forma parte del golfo Ártabro y el desconocimiento sobre él se ha convertido en moneda común.

No se lo merece, desde luego. Al menos desde el punto de vista paisajístico, dejando claro, eso sí, que donde no hay verdes -muy verdes- prados hay un eucaliptal. Para ser justos, algunos ejemplares muestran tal porte que lo mínimo que mueven es al asombro y a la admiración.

En fin, Paderne encierra sus encantos. Muchos. Carece de grandes muestras arquitectónicas, y a cambio, además del paisaje, esconde rincones idóneos para convertirse en impresionante meta de una pequeña caminata. Por ejemplo, la central de Zarzo, en el cañón del río Mandeo.

El punto de referencia es la iglesia de Vigo, topónimo que por sí remite a un vicus romano. Es decir, un lugar, sin duda habitado hace casi un par de milenios. Si algo caracteriza a ese templo de grandes dimensiones y una sola nave es su enorme austeridad, hasta el punto de que quizás lo más interesante de todo sea la entrada al recinto cercado y al cementerio, con permiso de la espadaña, la parte más alta de la fachada, con tres campanas en dos niveles. No hay que marcharse sin echar un detenido vistazo a su cruceiro, unos metros más adelante.

  

Parajes irrepetibles

Hasta ahí todo ha sido asfalto por esa intrincada red de pistas estrechas que animan a los ciclistas a dar un paseo. Y el descenso, de frente, sigue la misma tónica tan solo dos centenares de metros. Porque luego empieza una preciosa pista terrera, emboscada, con mucho eucalipto al principio que va dejando paso a las especies autóctonas poco a poco. Ahí comienza una caminata descendente que, al cabo de 400 metros, va a ser realmente muy descendente. O sea, muy empinada. Las botas de montaña y el bastón se convertirán en unos excelentes compañeros de aventura. En el desvío, a la diestra (explorar la mano contraria es también una buena opción si hay tiempo y fuerzas), para pasar por encima de una conducción de agua y meterse en un zigzag asombroso. El premio es disfrutar de unos parajes irrepetibles, con el monte de A Espenuca al otro lado (el punto más alto), donde hubo una fortaleza y una comunidad religiosa en tiempos medievales.

¿Cuál es el problema? La vuelta. Porque todo lo que se baja, se sube. Y ha sido mucho. Tanto que a pesar de su corta longitud no resulta recomendable para infantes todavía alejados de la adolescencia.

LA AVENTURA

Investigar la desviación de la izquierda según se baja.

LA FOTO MÁS PERSONAL

En la central de Zarzo.

EL DESAFÍO

Bajar al Mandeo regresar a Vigo en bicicleta de montaña.

EL PASADO

A media hora andando desde la iglesia de Vigo está el castro de San Mamede.