Cuando Curtis dio de beber a A Coruña

D. Vázquez CURTIS / LA VOZ

CURTIS

La ciudad sufrió una sequía en el año 1906 que hizo que se recurriese al traslado por tren, un hecho que recupera Andrés Mariño en un libro

20 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A Coruña se abastece con agua del embalse de Cecebre desde 1975. Sin embargo, esa no fue la primera iniciativa para captar suministro fuera del terreno municipal. Esa necesidad se hizo patente ya en el siglo XIX, cuando desde el Ayuntamiento coruñés optaron por encargar la redacción de un proyecto de abastecimiento que consistía en la captación y transporte hasta la ciudad de 100 litros/segundo, tomados en el río Barcés. Las obras se iniciaron en 1893 y hubo que esperar a 1908 a que se iniciase el servicio. En medio de ese proceso, la ciudad vivió una sequía que hizo que se recurriese a Curtis, a unos 40 kilómetros de distancia, para trasladar el agua aprovechando el enlace ferroviario y la experiencia del traslado ya de agua potable desde allí para la guarnición militar de la ciudad. Este es uno de los hechos que se recogen en Curtis estación de Compostela, manantial de A Coruña 1883-1958, que acaba de publicar Andrés Mariño Sanmartín, documentándose en lo que en su día fueron noticias publicadas en La Voz de Galicia y que ahora sirven como fedatarias del desarrollo de un municipio ligado al devenir del ferrocarril.

Motín de las aguadoras

Según se recoge en el libro, «el otoño de 1902 fue tremendamente seco», lo que complicó el oficio de las aguadoras, que con sellas, jarras y botijos trasladaban el agua desde las fuentes y que llegaron a plantear un motín cuando las «autoridades dieron la orden de mermar el caudal de agua en la fuente de San Andrés para aumentar el de Santa Catalina». Ahí ya se plantea el traslado de dos o más vagones aljibes desde Curtis a la ciudad para atender la demanda. Sin haber resuelto el problema del suministro en cuatro años, en octubre de 1906 se registra una nueva sequía y el Ayuntamiento recurre al traslado. El archivo municipal recoge el proyecto para «adquirir dos aljibes diarios de aguas de Curtis, de diez mil litros cada uno por un importe de mil treinta pesetas mensuales [unos 6 euros actuales], a razón de tres céntimos por tonelada y kilómetro».

«Siendo como es evidente que la sequía que se experimenta amenaza adquirir proporciones alarmantes, urge adoptar medidas con el objeto de evitar un grave conflicto», advirtió entonces la Comisión de Aguas. Aunque se valoró estudiar si había manantiales en las proximidades de la ciudad, el regidor, Juan Sánchez Anido, opta por solicitar al gobernador el traslado del agua desde Curtis. En un «extenso proyecto» se recomendó volver a recurrir al manantial que está a veinte metros de la estación, en el fondo de un terraplén, y que, según se indica, ya había suministrado en otras ocasiones a la ciudad. Fue un proceso de tramitación lento ya que la Compañía de Ferrocarriles llegó a comunicar que no disponía de aljibes, por lo que tuvo que solicitar, a la Sociedad de Vagones -Cuba de Irún, que dirigiese tres vagones a Curtis. Sin embargo, el 5 de noviembre la lluvia viene a paliar la escasez y el alcalde coruñés, según recoge Mariño, «envía un telegrama al director de la Compañía del Norte en el que se le dice: «Suspenda envío vagones cisterna. No son necesarios por haber llovido de forma abundante».

Más allá de este suceso, el libro remarca la importancia que tuvo para este municipio del interior la estación de tren, a donde llegó el 1 de septiembre de 1883 el rey Alfonso XII, y que sirvió como polo de atracción para un «gran movimiento mercantil», resalta el autor.

Andrés Mariño Sanmartin, autor de «Curtis estación de Compostela, manantial de A Coruña 1183-1958»
Andrés Mariño Sanmartin, autor de «Curtis estación de Compostela, manantial de A Coruña 1183-1958»

Andrés Mariño: «Chamoume sempre a atención o espírito de progreso e emprendedor da xente»

Andrés Mariño Sanmartín (Curtis, 1945) presentou esta semana o seu sétimo libro, a maioría centrados na evolución histórica do pobo no que naceu, lugar ao que sigue acudindo todas as fins de semana e o que segue tendo ansias de documentar. Recoñece que a xubilación e a pandemia as aceleraron.

-Ata cando viviu en Curtis?

-Ata os 12 ou 13 anos, cando marchei ao Calvo Sotelo a estudar, mais sempre mantiven o contacto.

-Cando comezou a escribir sobre o pobo?

-Cando traballei en La Voz de Galicia, miraba no arquivo as cousas de Curtis, pero non había case nada. Curtis é un pobo con pouca historia, está feito en paralelo ao ferrocarril. En 1883 faise a estación e comezaron a montarse os negocios e vir a xente de fóra, como foi o caso dos meus pais que viñeron da zona de Arzúa. Como non había nada escrito púxenme a preguntarlle aos vellos, pero non eran nativos.

-E converteuse case no cronista oficial.

-De feito si. Empecei a escribir porque a xente me pedía que reclamara os arranxos da luz, da estrada e empecei facendo crónicas porque aquí non había nada.

-Que foi o máis singular que atopou nas pescudas que fixo para a súa última obra?

-É un conxunto, o que máis me chama sempre a atención é o espírito que tiña a xente, sen ser de aquí, e a unión que había entre eles para botar Curtis para arriba, o empeño que tiñan. A min acórdaseme o antigo oeste, cando ían os colonos. Chamoume sempre a atención o espírito emprendedor e de progreso que tiñan.

-Canto cambiou?

-O pobo creceu, desenvolveuse, pero ao decaer o ferrocarril e as feiras xa non hai aquela actividade. A asociación de empresarios e os comerciantes están intentando coller ese espírito e hai que destacar niso o papel das mulleres.