El temporal coruñés y lo que somos

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

Es ese océano desde el cual, si miramos lejos, a lo mejor podemos ver la costa de Irlanda y entender por qué congeniamos tan bien con nuestros vecinos del norte de mejillas sonrosadas

10 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Mucho Galifornia, mucho veroño y mucha risa tropical («¡no guardes el bañador!»), pero al final el temporal eterno de los otoños e inviernos coruñeses de nuestra memoria está ahí. Haciendo de las suyas. Violentando el mar. Desbordando alcantarillas. Doblando paraguas. Y obligando a la gente a recordar que, sí, viven en el noroeste peninsular: ese lugar en el que, si bien no hace mucho frío, hay que andar siempre abrigado e impermeabilizado por lo que pueda pasar. Pero, más allá de todas las incomodidades que genera esta situación, existe una belleza muy especial en estos días. Nos reconforta con nuestro carácter atlántico de aguas frías, oleajes rugientes y cielos grises. Esto no es el Mediterráneo. Tampoco, el Caribe. Es ese océano desde el cual, si miramos lejos, a lo mejor podemos ver la costa de Irlanda y entender por qué congeniamos tan bien con nuestros vecinos del norte de mejillas sonrosadas.

Es solo una de las reflexiones que puede surgir entre los cientos de personas que, en cuanto el mar se pone bravo y el viento hace retumbar las ventanas, sienten el impulso de acercarse a la costa y contemplar el espectáculo. Afortunadamente, tras varios años de cafradas, cada vez hay menos suicidas a los que se les da por saltar los cordones de seguridad y se conforman con verlo todo desde el paseo. Ahí, a Riazor, con esa mezcla de frío y humedad golpeando en la cara, año a año acuden los espectadores a ver las olas subir hasta el punto de crear la sensación de que la ciudad flota sobre ellas. Incluso ver cómo, en cuestión de minutos, se pasa de las nubes a ver cómo el sol penetra entre ellas y surge el arco iris entre el claroscuro. Florecen los móviles. Allí, con la capucha cubriendo la cabellera, el pensamiento habla: «Esto es lo que somos». Y nos gusta.