Montevideo y su calle secreta

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

La calle Montevideo de A Coruña, en la trastienda de la estación de autobuses, tiene un aire clandestino, de rebotica o catacumba

16 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Cierro Montevideo, la última novela de Enrique Vila-Matas, y me la llevo de paseo a enseñarle su calle, la calle Montevideo de A Coruña, en la trastienda de la estación de autobuses, que ya de por sí, como todas las terminales buseras del mundo —incluso la de Nueva York en la glamurosa Desayuno con diamantes— tiene un aire clandestino, de rebotica o catacumba. Es Montevideo una vía escondida, oculta, casi secreta, como la puerta tapiada que el protagonista de la narración de Vila-Matas busca en la habitación 205 del hotel Cervantes de Montevideo donde Julio Cortázar escribió su relato La puerta condenada, que como todos los cuentos de Cortázar nos deja esa zozobra de ver cómo lo fantástico irrumpe a borbotones en el sopor de lo cotidiano.

Nuestra Montevideo es una vía a espaldas de la ronda de Outeiro y Caballeros, con pocos portales, seis palmeras y —a estas horas— un señor que saca de paseo a su perro con el mismo entusiasmo que yo saco de paseo el segundo volumen de Los relatos de Cortázar y mi ejemplar de Montevideo.

Cortázar, mientras va contando lo suyo en La puerta condenada, de pronto te atiza una frase que te arroja de morros contra esta acera gris como solo son grises los lunes por la mañana y las aceras de A Coruña: «El silencio del hotel parecía coagularse, caer como ceniza sobre los muebles y las baldosas».

Cierro el libro y oigo a mis espaldas que alguien replica, como Moore en la novela de Vila-Matas:

—Es como si siempre estuvieras en Montevideo.

Solo que miro y ya no hay nadie, ni siquiera el perro, así que sospecho que a la vuelta de la esquina, en un edificio con las puertas y las ventanas tapiadas de la calle Montevideo, irrumpe lo imaginario como si estuviésemos en una página de Cortázar o Vila-Matas.