«En Palavea tenemos muchas historias heroicas que vienen de la necesidad»

Fernando Molezún A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

Recopila, junto a un grupo de vecinas, la historia del barrio que la vio nacer

19 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Con el objetivo de que no se pierda la memoria de Palavea, que los jóvenes conozcan cómo vivían allí sus padres y abuelos hace décadas, unas vecinas del barrio han creado el Grupo de Mulleres de Palavea, del que forma parte Mercedes Pereira, para recopilar vivencias y anécdotas y reunirlas en un libro que están escribiendo.

-¿Quiénes forman el grupo?

-Somos unas quince mujeres de todas las edades, desde setenta y algo que calculo que debe tener la mayor hasta los cuarenta y pico de la más joven. Y en el medio, muchas como yo, que tengo 59. Cada una tiene recuerdos de su propia época. Una es escritora, así que se ha puesto a escribir un libro sobre la historia del barrio con los recuerdos de todas.

-¿Cómo surgió la idea de recuperar la memoria de Palavea?

-Fue estando en el parque hace aproximadamente un año, hablando como se habla en cualquier parque de la ciudad, recordando a gente que pasó por el barrio y cosas que nos pasaron a nosotras mismas. Situaciones que se vivían antes y que las nuevas generaciones tienen que conocer. Los trabajos que pasaban nuestras madres, las historias de los emigrantes que se iban a Londres, a Suiza o a Francia, gente que no tenía dinero para pagarse el viaje e iba al tendero del barrio y este les dejaba la cantidad que necesitaban.

-Siempre ha sido un barrio peculiar, el más lejano del centro, el último del término municipal.

-Depende de cómo lo veas, porque si entras en la ciudad somos los que damos la bienvenida a los visitantes. Pero sí que es muy peculiar, siempre lo ha sido y lo sigue siendo.

-¿Cómo eran los vecinos del barrio antes? ¿A qué se dedicaban?

-Siempre fue un barrio obrero. La mayoría de las mujeres se dedicaba al carbón o al bacalao, en el puerto. Y algunas que tenían suerte ya iban a trabajar a las casas, de empleadas del hogar, pero eran pocas. Incluso las había que no tenían que trabajar, porque había de todo. Pero la mayoría eran trabajadoras. Como las costureras, que había muchas, y que tenían que venir por todo Alfonso Molina andando a entregar las prendas a las señoras en el centro. Y los hombres, la mayoría trabajaba en el puerto, y los que no eran albañiles o trabajaban en la Fábrica de Armas, que en aquellos tiempos era muy fácil llegar, porque como pasaba un coche cada media hora cruzabas sin mirar siquiera.

-¿Qué historias han recopilado hasta ahora?

-Muchas, como aquella de las Señoritas de la Conferencia, que iban por los barrios obreros a ver qué necesitaba cada uno. Mi madre me contaba que una de estas señoritas que tenía un hijo solo y que estaba ya en la universidad, vino un día a casa. Mi padre murió cuando yo iba a cumplir los cuatro años, así que esta señorita le dijo a mi madre que me dejara ir con ella, que me iba a criar y que me llevaría a ver a mi madre y mis hermanos. Pero mi madre dijo que no, que donde comíamos cuatro comíamos cinco.

-¡Caray, vaya historia!

-Espabilabas muy pronto. Era normal ver a niñas que no llegaban a los catorce años haciéndose cargo de los hermanos pequeños porque sus padres habían tenido que emigrar al extranjero. Una del grupo tuvo que hacerlo, de hecho. Con ayuda de las vecinas, eso sí, que aquí siempre hemos cuidado mucho los unos de los otros. Hay muchas historias heroicas que vienen de la necesidad.

«Éramos como una gran familia, las puertas de las casas estaban siempre abiertas»

Mercedes Pereira es de Palavea de toda la vida. Nació en el barrio y en él sigue viviendo.

-¿Ha cambiado mucho el barrio en este tiempo?

-Una barbaridad, a veces para bien y a veces para mal. Es otro estilo de vida, totalmente distinto al que tuve yo de joven. Antes, de niños, podíamos andar solos por la calle sin miedo a nada, porque no había ni coches. Hoy ya no los dejas, claro. Éramos un barrio muy unido. Entrabas en Palavea y las casas tenían siempre la puerta abierta y nos tirábamos todo el día unos en casa de los otros. Éramos como una gran familia. Eso se ha perdido totalmente, porque ha crecido mucho, hay mucho edificio nuevo... Y la gente no es la misma. Ya no hay aquella unión. Antes nos conocíamos todos y todos teníamos nuestros motes. Éramos una piña.

-¿Influyó mucho la apertura del centro comercial Alcampo?

-Empezó a haber una afluencia de gente que nunca había habido antes. Pero a nosotros como barrio tampoco nos afectó tanto. Hombre, teníamos más cosas y más cerca, mucho más cómodo, pero poco más.

-¿Qué tal están yendo las obras en el barrio?

-Todavía no están terminadas, pero todo lo que sean mejoras, bienvenido sea. Hacía mucha falta. Cosas como el alcantarillado de Palavea Vieja, que estaba de pena, tenían que estar hechas hace muchos años. No había ni aceras en esa zona, así que la gente que quería bajar a Alcampo, que la mayoría son gente ya de edad avanzada, pues tenía que hacerlo por la carretera. Era algo muy urgente. Estaba tan mal el barrio, que hace un año y algo se recogieron firmas para que el Ayuntamiento viniese a ver cómo estaba. Y, aunque tardaron, ya se están ejecutando.