La violinista Claire Wells y el pianista Itai Navon compartieron escenario en la segunda cita de la Sociedad Filarmónica
30 oct 2025 . Actualizado a las 18:40 h.La violinista Claire Wells y el pianista Itai Navon compartieron escenario en la segunda cita de la Sociedad Filarmónica con un programa variado donde hicieron gala de sensibilidad musical, personalidades compatibles y tendencia a versiones inclinadas hacia el romanticismo. Así, de la Sonata BWV 1023, de Bach se escuchó un acercamiento de corte romántico, que favoreció a los movimientos lentos y donde faltó sabor barroco (incluso pese al buen pulso impreso a la Giga final), aunque articulación y afinación fueron claras y el equilibrio entre instrumentos, el pertinente.
Por sonido (amplio, redondo y enérgico), fuste y sentido del ritmo, lo mejor vino en la Sonata número 2, de Grieg: Wells (apasionada fraseadora) y Navon (cuya presencia sonora creció de forma considerable) destilaron garra y química. La versión, que remarcó el paso del lento doloroso al allegro vivace inicial (su empuje desató un aplauso espontáneo), fue lírica en el allegro tranquilo central y culminó en un allegro animato valseado con decisión. Equilibrio entre técnica y estilo más que notable.
En la Sonata número 2, de Ravel, primó la elegancia por tempo y calidad sonora. Navon, al piano, se lució en el allegretto inicial; y tanto Wells como su partenaire subrayaron la modernidad de la obra con hincapié en las octavas, bien expuestas hasta un final delicadísimo. El blues tuvo no poco de ragtime en fondo y forma (excelente sentido del rubato) y el perpetuum mobile (con Wells impecable en la compleja escritura) fue una lección de técnica en una versión seria y cuadrada.
Desde el inicio de la Mazurka op. 81 número 1, de Sibelius, se vieron el sentido de la danza, casi chopiniano, y el sabor romántico que transmitió el sonido amplio y desatado de la versión.
Wells y Navon se arriesgaron en un programa plural, que sacaron adelante con acierto por su diálogo y en el que lo mejor, por el temperamento de los dos, estuvo en Grieg y Sibelius, donde el alma romántica de violinista y pianista hizo acto de presencia con fuerza.