Los okupas de la narcocasa de la calle Washington intentan instalarse en otro inmueble de Monte Alto, en A Coruña

A CORUÑA

La Policía Local, que evitó el allanamiento, se desplegó por todo el barrio para impedir que los desalojados se hicieran con un inmueble en reformas y una casa en Santo Tomás

08 feb 2024 . Actualizado a las 16:04 h.

Durante tres meses, los okupas de la calle Washington hicieron y deshicieron a su antojo. Tanto los que ahí vivían como los que acudían a comprar droga atracaron y robaron, llevando a los vecinos y comerciantes de la zona a la desesperación. Hasta que el martes residentes y pequeños autónomos víctimas de la inseguridad generada en la zona dijeron «hasta aquí llegamos».

Cuando se concentraron frente al narcopiso había cinco personas dentro. Dos de ellas estaban ahí porque minutos antes habían ido a comprar droga y para nada esperaban que un grupo de hombres tirase la puerta abajo de la casa. Con ellos no iba la cosa. Pero el miedo los parapetó al fondo del inmueble y cuando llegó la policía a calmar los ánimos pidieron a los agentes que los sacaran de allí. Fueron los primeros en ser evacuados en una patrulla. Una hora después salió un tercero. Y los dos que quedaban se hicieron fuertes. Desafiaron a los policías y a los manifestantes. Incluso tiraron una botella, trozos de madera y una maceta desde el patio trasero de la vivienda hacia donde estaban los manifestantes. «Con aires de chulería», según fuentes policiales, aseguraron que no se iban a ir hasta el día siguiente. Sacándole los cuernos a la gente desde las ventanas. Provocando, aguantaron dentro hasta que a eso de las dos y media de la madrugada decidieron irse al comprobar que en la calle ya no quedaba más que los agentes de la Policía Nacional y la Local.

No se fueron lejos. A solo tres manzanas, al número 49-51 de la calle Santo Tomás, donde un grupo de unos 10 okupas les esperaba tras hacerse horas antes con un edificio de 5 plantas que está en reformas y vacío. Cuando llegaron los de la calle Washington, sus amigos ya les tenían una de las viviendas reservadas. Ahí pasaron lo que quedaba de noche hasta que por la mañana vecinos de la zona alertaron al 092. Denunciaron que varios jóvenes y no tan jóvenes habían okupado el inmueble. «Solo les dio tiempo a romper algunas de las puertas, pero no causaron más daños, dijo uno de los propietarios de las viviendas.

Al lugar se desplazaron varias patrullas y cuando los allanadores las vieron llegar, salieron a la carrera. Unos hacia la derecha, otros a la izquierda y dos a una casa de enfrente, donde un hombre les dio cobijo en su vivienda. Los agentes municipales iniciaron una operación que permitió identificar a la mayoría y sacar a los que habían sido invitados a refugiarse en una casa de dos plantas.

Con la autoridad desplegada por la zona, los perseguidos tejieron una red comunicante entre ellos. Se avisaban con gestos desde las esquinas y a golpe de móvil. Un hombre, muy conocido en el barrio por trapichear y que no se encontraba en el inmueble okupado, dirigía la huida montado en un monopatín. Finalmente se aseguró la zona y, sobre todo, se constató que no habían allanado otra casa.

Pero los vecinos y comerciantes están seguros de que muy pronto se harán con otro inmueble. «No saben hacer otra cosa que traficar, algunos no tienen un techo y en algún lugar tienen que dormir. Pero estaremos vigilando y, si hace falta, nos volveremos a concentrar», según un comerciante de Santo Tomás. Dicen que a partir de ahora y tras «el éxito vecinal» de este martes ya no van a esperar tres meses para actuar como ocurrió en la calle Washington y en la avenida de Hércules. El bajo okupado en esa vía, ubicado a escasos 30 metros del anterior, fue desalojado el domingo. Ese narcopiso estaba en manos de unas cuatro personas que lo habían alquilado. No pagaron ni un mes y ahí se quedaron. Finalmente, el propietario alcanzó un acuerdo con ellos y, a cambio de dinero, se fueron. «Yo creo que ya estaban muy quemados, que la policía estaba a cada momento en su puerta, que los toxicómanos ya dejaron de ir porque últimamente los agentes estaban muy encima y los identificaban», asegura un vecino llamado Ramón.

Alegría y orgullo

Había en el barrio este miércoles «mucha alegría» y «orgullo vecinal» tras conseguir borrar de su callejero uno de los cuatro narcopisos que funcionaban en Monte Alto. Que se sepa, quedan cinco. En la zona de la calle Torre está uno de ellos. «Ahora toca cerrar los que quedan. Aquí ya estamos hartos y a los traficantes, a los que conocemos todos, no les vamos a pasar ni una. En este barrio siempre vivimos tranquilos hasta hace un par de años», aseguraba este miércoles un vecino de la avenida de Hércules. «En tan solo 200 metros calculamos que hay unos cinco puntos de venta de droga y una casa con okupas» explica Manuel Martínez, portavoz de la asociación de comerciantes. Por eso casi nadie se libra en la avenida de Hércules de sufrir las consecuencias que esto conlleva: atracos, robos y hurtos.

El ambiente se ha vuelto tan insostenible que algunos negocios han tenido que echar el cierre y otros toman medidas ante posibles incidentes. «Cierro siempre con llave y abro siempre con llave cada vez que viene un cliente. Y aunque haya gente dentro, paso la llave porque hay miedo», denuncia una comerciante.

En Monte Alto, se hable con quien se hable, dan los nombres de todos los que se dedican al tráfico de droga. Una larga lista. Gente del barrio. Conocen a sus padres y el piso en el que nacieron. Sobre todo al que apuntan como el que lo dirige todo desde su casa, muy próxima a la calle Washington. El martes permaneció durante horas a una distancia prudencial de la concentración. Hablando sin parar por teléfono. «Su padre ya se dedicaba a esto, pero tenía una cosa clara, que a nadie se le ocurriera robar en el barrio. Este ya es distinto», confiesa una residente, una de las muchas personas que este miércoles al mediodía siguieron el tapiado del inmueble desalojado. «Vi a gente mayor llorar de alegría. Abuelas que les robaron, que no se atrevían a salir a la calle», contaba Conchi. María, de 85 años, pasó con la compra por la calle «segura de que ahora ya no me van a robar. Tenía mucho miedo», dijo emocionada.