
Ausente en la programación lírica de A Coruña desde 1984, la ópera puso en pie al público, que dedicó una atronadora ovación a Marigona Qerkezi
16 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Es casi increíble que un título como Aida faltase en Amigos de la Ópera desde 1984. Había ganas: el público abarrotó el Palacio de la Ópera de A Coruña y aplaudió con entusiasmo. Ni la esquemática puesta en escena de Daniele Piscopo, bastante exigua para este escenario, más propia del pasado, y con movimiento escénico mejorable en una obra donde las escenas de masas (que se quedaron cortas) son fundamentales, empañó un triunfo con sus mejores bazas en lo musical.
La primera Aida de Marigona Qerkezi fue arrolladora merced a una voz de timbre cálido y musicalidad irreprochable; y a la inteligencia de cantar desde la naturaleza de su instrumento, sin forzar la emisión. De voz siempre homogénea, su escuela queda patente en momentos como el final en pianissimo de O patria mia: para enmarcar. Como Radamés, Jorge Puerta cantó con gusto y una voz de bello color dramático; susceptible de mayor proyección y con un agudo no siempre liberado que le impidió brillar en las partes más heroicas, aunque fue muy aplaudido tras Celeste Aida. Nino Surguladze impuso en Amneris la belleza del timbre y su conocimiento del estilo (gran uso de los graves de pecho) sobre una voz no demasiado grande; mientras Carlos Almaguer dio una lección de canto verdiano en Amonasro por sus apabullantes medios y un fraseo encendido y lleno de sentido teatral. Simón Orfila fue un lujo como Ramfis; y Giacomo Prestia mostró su clase y su buena salud vocal en Il Re. Muy bien el Mensajero de Francisco Pardo y la Sacerdotisa de Lucía Iglesias, a quien convendría escuchar en otros repertorios.
El Coro Gaos se esforzó en sacar adelante una parte muy exigente (para este tipo de obras se impone la creación de un conjunto coral profesional en Galicia) mientras que la Orquesta Sinfónica de Galicia rindió bien a la batuta de un José Miguel Pérez-Sierra que impuso tempi ágiles, sin descuidar nunca a los cantantes.
El público disfrutó de lo lindo (atronadora ovación final a Qerkezi) y la asociación suma un gran éxito que se redondearía de apostar por una propuesta escénica más ambiciosa.