La terraza indiscreta

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

Martina Miser

Habría que hacer una campaña turística para demostrar que en invierno somos más discretos, al calor de los locales cerrados

19 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Están las terrazas tan demandadas que es imposible no compartir conversación con la mesa de al lado. En la Marina lo mismo aprendes a preparar un rodaballo, por la derecha, que con quién han quedado las nietas adolescentes, por la izquierda. Como nuestros vecinos de mesa sabrán que acabamos de votar por correo, que después tocan columpios y que hoy cenamos pescado.

En verano nos desinhibimos por todas partes. En el desfile al sol que es la calle estos días, vemos más brazos, más piernas, algún pecho al descubierto (masculino, claro). Tras el cuerpo va todo lo demás: parece que no nos importa compartir el poco espacio que hay en las terrazas, ya no digamos en la playa. Pasada la pandemia, hemos vuelto a invadir los espacios ajenos sin más distancia de seguridad que la que nos dejan. Es difícil encontrar sitio para sentarse, y más difícil aún lograr salir de alguno de los laberintos de mesas y sillas con los que se ocupan las aceras.

Ya no es solo una cuestión de espacio, sino de sonido. Será el aire libre, la ausencia de techo, la euforia del buen tiempo. El caso es que hablamos mucho más alto. Igual por eso medio planeta dice que los españoles gritamos. Es que solo vienen de visita en verano y así nos va. Habría que hacer una campaña turística para demostrar que en invierno somos más discretos, al calor de los locales cerrados no compartimos ni brazos ni piernas ni conversaciones ni tenemos que hacer parkour para salir de una cafetería, ni el volumen de las risas de los soportales de la Marina se escucha en el Parrote. 

(Yo por si acaso tomo nota del rodaballo con patatas de la mesa de al lado para la próxima cena. El plan de las adolescentes me queda un poco más lejos).