Cada vez que en el cine se aparece el edificio Flatiron de Nueva York, ese rascacielos afilado de la Quinta Avenida al que los ciudadanos de principios del siglo XX acusaban de causar con sus ángulos unas furiosas rachas de viento, a mí me viene a la cabeza nuestro Banco Pastor.
No sé si el Flatiron norteamericano es un Banco Pastor encogido o si nuestro Pastor es un Flatiron ensanchado con la curva de la felicidad que dan los años y la dieta de las abuelas gallegas. Pero cuando el Banco Pastor se parece irremediablemente a un Flatiron agigantado es en agosto, por Viñetas desde o Atlántico, cuando plantan la figura de Batman en su azotea y disfrazan A Coruña de Gotham. En realidad, el rascacielos de Manhattan es más de Spiderman que del murciélago multimillonario, porque en la trilogía del hombre araña allí tiene su redacción el Daily Bugle, el periódico en el que trabaja como fotógrafo —sin contrato fijo, ni siquiera discontinuo— Peter Parker. Tal vez por eso, cuando el salón del cómic, el muñeco de Spiderman trepa al Obelisco, que le queda al lado del curro.
A lo alto del Flatiron se suben Kim Novak y James Stewart en Me enamoré de una bruja y por allí pasó la ceniza Angela Lansbury en un episodio de Se ha escrito un crimen (donde la invitan siempre palma alguien).
Hace años iban a hermanar la torre de Hércules con la estatua de la Libertad, pero igual daban mejor pareja el Flatiron y el Pastor, aunque lo de hermanar no sé si va por trozos o solo valen ciudades completas. Pero más que hermanar, lo que a mí de verdad me gustaría es que el próximo Godzilla se rodase en A Coruña, con los misiles volando el Banco Pastor, en vez del Flatiron, mientras el monstruo patea con rabia la cúpula de la Unión y el Fénix.