Cuando A Coruña presumía de pasarela verde kilométrica al lado del mar

A CORUÑA

En pleno debate sobre el uso de los muelles, emerge su pasado verde «modélico»

07 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En un momento en el que la sucesiva apertura de los muelles del puerto despierta interrogantes y grandes esperanzas a partes iguales, es importante recordar para los urbanistas y paisajistas coruñeses la etapa en la que la capital de provincia fue un modelo de diseño urbano.

«Desde que se proyectaron los jardines de Méndez Núñez a finales del siglo XIX, la ciudad no paró de crecer, pero en A Coruña no se ganó ningún espacio verde accesible para el peatón. No se volvió a hacer nada así. Santa Margarita está en una pendiente y el monte de San Pedro no es accesible a pie para el viandante. La desproporción es enorme», destaca la arquitecta y profesora del departamento de Urbanística e Ordenación do Territorio de la Universidade da Coruña (UDC) Cristina García Fontán.

Pero no siempre existió este déficit de «verde de proximidad», como define García Fontán. Solo hay que viajar al pasado reciente para encontrar un ejemplo de otro modelo urbano.

«A Coruña, unha cidade sen grandes monumentos nos seus tecidos urbanos, foi admirada desde as últimas décadas do XIX ata finais de 1930. Esta admiración respondeu á brillante formulación que a burguesía comercial e industrial coruñesa deu a unha cidade aberta e liberal na relación entre a edificación dos seus barrios, as grandes infraestruturas portuarias e o espazo natural da baía», pone en contexto el catedrático en Urbanismo de la Escola Técnica Superior de Arquitectura Xosé Lois Martínez Suárez.

Una ciudad «modélica»

«Desde Porta Real á praza de Ourense, estableceuse, ao longo dun quilómetro, unha franxa verde continua de 100 metros de ancho como elemento de intermediación entre os barrios da Pescadería e o Ensanche, do Campo do Carballo (a franxa que agora é Juana de Vega antes era un cinto verde que servía de fronteira urbana) e a baía», recuerda el catedrático de la UDC. Un caso «modélico», remarca Martínez.

«Os enxeñeiros debuxaron xardíns e paseos nos seus planos, os arquitectos fixeron transparente a fachada acristalada dunha paisaxe urbana residencial na que canteiros, carpinteiros e industriais do vidro e da madeira participaron construíndo a nova monumentalidade a partir da utilización dun elemento, a galería, marxinado da cultura académica», apunta.

Para que esto se produjese, continúa, fue necesario que los propietarios asumieran «a responsabilidade histórica de facer cidade. A resposta coruñesa dada á relación cidade e mar foi obxecto de admiración e considerada referente de “boa práctica urbanística”. Converteuse na súa gran sinal de identidade. De aí a admiración que espertaba aquela cidade de apenas 40.000 habitantes, na que os barrios litorais establecían un contacto directo coa gran franxa verde e coa ría ao longo da súa fronte marítima», añade Martínez.

Entonces, los espacios del arenal que habían sido ocupados por las instalaciones militares y portuarias fueron puestos a disposición de la ciudad, abriéndose al uso público en forma de jardines, paseos, parques y rosaledas.

Inspiración para los muelles

Cuando se debate sobre los usos que deberán tener los muelles recientemente abiertos, Batería y Calvo Sotelo, y, especialmente, el mayor de todos, San Diego, cuya liberación se calcula para después del 2027, el pasado reciente puede ser un espejo en el que mirarse. «Da súa lectura podemos extraer moitas leccións que nos poden axudar a facer as cousas cun mínimo de coñecemento da historia urbana da cidade», alega el profesor del área de Urbanística e Ordenación do Territorio.

Porque la otra pregunta que cabe hacerse es qué fue de esa pasarela verde. «Na segunda metade do século XX, todo isto rematou cun estrepitoso fracaso de experiencias que antepuxeron a privatización fronte a dimensión pública do común que animara ás solucións precedentes», dice Xosé Lois.

«Los años 20 fueron una época de gran tirón, un fogonazo de esplendor. Presidiendo los jardines estaban edificios como el Kiosco Alfonso, arquitecturas festivas que van a vestir el paseo y que tiran del ocio. Después de eso, A Coruña no volverá a recuperar el pulso hasta mucho después. Los 60 son años de cierta prosperidad, aquí se celebraba el Consejo de Ministros de Franco en verano. Pero, cambiaron escalas y estilos arquitectónicos con la introducción del movimiento moderno, en contra de la arquitectura anterior, del encantador hotel Atlántico, derruido entonces, pasamos al hotel actual», hilvana el Catedrático de Historia del Arte Alfredo Vigo Trasancos. Son los riesgos del «progreso salvaje», apostilla. 

Echar la vista atrás, apunta en este sentido Xosé Lois Martínez, no solo debe hacerse en clave melancólica, sino también «para sacar aprendizaxes do que se fixo mal, para non repetilo». Vigo Trasancos añade: «El desarrollo lo queremos todos, pero ordenado. Vemos los edificios, detrás siempre hay un negocio inmobiliario. Se puede llevar a cabo de una forma racional o brutal y salvaje».

Que no volvamos a «comernos la historia», dice Trasancos, con los futuros usos que se le den a los muelles o, incluso, que recuperamos parte de ella puede ser el camino para Cristina García Fontán. «La avenida de Linares Rivas tiene que perder esa condición de frontera que ejerce ahora, y las dársenas convertirse en un cinturón verde referente a escala metropolitana que permita planificar una ciudad más sana, con mejor calidad del aire para sus habitantes», defiende la urbanista.