Recuerdos del gran festival

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

CONCHA SALGADO

Cada vez que sale del cajón la idea de que Riazor acoja música la mente vuela al Concierto de los Mil Años de 1993

08 abr 2022 . Actualizado a las 16:03 h.

Cada vez que sale del cajón la idea de que Riazor acoja conciertos (ahí está la posibilidad de que se celebre el Morriña Fest), la mente vuela a 1993. En julio tuvo lugar allí el Concierto de los Mil Años, un evento histórico que reunió a algunos de los mitos más importantes de la historia de la música. Se lo sabrán de memoria. Andaban por allí Chuck Berry, Bob Dylan, Jerry Lee Lewis, Robert Plant y Wilson Picket, entre otros. De eso se ha hablado mucho, muchísimo. Y se hablará toda la vida. Pero hoy no quiero hablar de la música, sino de lo que se vivió allí en aquella ciudad que se abría al mundo de la mano del rock y recibía una avalancha de aire fresco.

El Coliseum ya estaba en funcionamiento y por A Coruña habían pasado recientemente figuras como Prince, Sting o Tina Turner. Pero aquello, expandido a tres días, resultó excepcional. El ecosistema de festivales musicales que conocemos hoy no existía. Lo de 1993 remitía más a Woodstock que a esos Primavera Sound o Benicasim que marcaron luego el canon y que forman parte de la vida cultural normal. Entonces, cuando el mundo parecía cumplir 17 años, todo era diferente. La ciudad vibraba. La gente dormía en la playa. Se veían pintas guais por todas partes. Existía una anómala sensación de armonía. Y, sobre todo, se desprendía esa ilusión de libertad que a veces proporcionaba un rock que vivía sus últimos coletazos de peligro y contracultura.

Tres jornadas en las que muchos pensamos que aquel paraíso sería eterno. Que Riazor iba a albergar eventos así cada año. Que vendrían los Stones, Metallica y Springsteen. Pero aquí estamos, 29 años después, hablando una vez más de posibles festivales en un estadio que se cerró a la música desde entonces. ¿Será esta la definitiva?