El pitillo de Antonio Vega

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

CESAR QUIAN

Vuelve Antonio Vega, con un libro o una película, ya qué más da, dejemos que los muertos entierren a sus muertos

08 feb 2022 . Actualizado a las 14:13 h.

Vuelve Antonio Vega a lomos de un libro, de un documental, no sé muy bien, y me acuerdo de una noche de agosto del 2001 en Riazor. Había acabado el concierto, supongo que era el Noroeste Pop Rock o como se llamase entonces, y Antonio Vega, todo huesos, piel y flequillo, apaciguaba su sed en el Playa Club, donde alguien nos había colado para abrevar con los elegidos del backstage. Hace veinte años, los periodistas siempre teníamos sed y nos arrimábamos a las barras libres con el mismo entusiasmo que a los adjetivos.

De pronto, Antonio Vega se quedó solo y unos compañeros se acercaron a lanzarle unas preguntas para arañar una entrevista de emergencia. El músico iba soltando sus respuestas como quien sacude la ceniza de la punta de su Marlboro, pero yo apenas escuchaba su voz, ni siquiera lo intentaba, porque estaba fascinado observando el pitillo que ardía en los labios del músico.

Seguramente será una artimaña de mi memoria, que cuando no recuerda los hechos, se inventa unos nuevos. Pero creo que ni una sola vez se lo sacó de la boca hasta que las brasas alcanzaron el filtro. El cigarrillo se consumió desde la primera a la última calada sin dejar sus labios, donde el tabaco y las palabras humeaban a media luz.

Me pregunté entonces, y lo vuelvo a hacer ahora cada vez que oigo su nombre o suena su música, quién fumaba a quién. Mi percepción, aquella noche del 2001, fue que, en realidad, era el pitillo el que se estaba fumando lenta y majestuosamente a Antonio Vega. Y mientras, él se dejaba arder ante nosotros, en una combustión inversa e irreversible que anticipaba tantas cosas.

Vuelve Antonio Vega, con un libro o una película, ya qué más da, dejemos que los muertos entierren a sus muertos. Lo dijo el único tío que sabemos que ha resucitado.