El derecho a ser una señora

A CORUÑA

Fernando Molezún

Los pasos de peatones de la ciudad aún recuerdan a Emilia Pardo Bazán

26 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque el tiempo ha ido difuminando las letras, los pasos de peatones de la ciudad aún recuerdan a Emilia Pardo Bazán. De todos ellos, hay uno que siempre me ha gustado más. Es el que firma otra escritora, Nieves Abarca, que expresa su admiración por la condesa como señora coruñesa de toda la vida, de las que hacen lo que les da la gana. No sé cuántas veces habré pisado ese paso de cebra en Sánchez Bregua y habré sonreído al rozar la frase, a toda velocidad, por cierto, porque ese semáforo es un poco fuguillas. Mientras esperas a que cambie la luz, bajas la vista y ahí está la frase, condensando el espíritu de la Pardo Bazán, de la propia Nieves Abarca y de las decenas y decenas de señoras que cada día mueven la ciudad.

Seguro que las señoras viguesas, las ferrolanas, las ourensanas o las de Betanzos se sienten igual de identificadas. Hacer lo que te da la gana debería ser un derecho que se logra con la edad. «Señora, señora», gritó un crío desde la plaza de San Pablo, «¿me pasa la pelota?». ¿Señora yo? Señoras son las que están tomando una caña aquí detrás, chaval.

Habría que establecer unas reglas claras acerca de a partir de qué edad te pueden llamar señora. Porque igual se te deja de caer el alma a los pies y empiezas a entender que más que un agravio, o la constatación de que el cativo que te llama así es insultantemente joven, en realidad ser una señora tiene sus ventajas.

Esas mismas señoras de la terraza de la plaza, por ejemplo, tenían toda la pinta de ser merecedoras de toda la admiración de Nieves Abarca. Ahí estaban, con su caña, su tapa, su impecable pelo blanco, sus abrigos y su conversación ajena a todo lo que no fueran ellas mismas. Haciendo, claramente, lo que les daba la gana.