Cambiar las pesetas en el límite

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

ANGEL MANSO

Cuanto más grande es el plazo, mayor es el perezoso gozo del procrastinador

03 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El verbo cuesta pronunciarlo, especialmente a los que tenemos problemas con las erres: procrastinar. Se trata de la acción de aplazar una obligación o un trabajo. La cosa está ahí, pero hay tiempo. Hasta que el tiempo se consume y te ves en el ultimísimo momento, agobiado haciendo la matrícula del cole del niño, presentando la declaración del IRPF o haciendo el cambio del seguro del coche in extremis.

Cuanto más grande es el plazo, mayor es el perezoso gozo del procrastinador, que se reboza en el «buff, aún queda tiempo» antes de liquidar la tarea. ¿Y si son 19 años? ¡La sublimación! Ese era el plazo que tenían las personas que el pasado miércoles hacían cola en el Banco de España para cambiar sus pesetas a euros, una moneda que entró en vigor en el año 2002. Es más, se amplió a seis meses más en el 2012, no fuera a ser. Pero allí estaban, en el último día y torrándose al sol, decenas y decenas de personas con sus pesetas del pasado pidiendo un trueque a euros del presente. Muchas venidas de fuera de la ciudad, ya que aquí era el único lugar en el que se podía hacer la operación en Galicia. ¿Qué mejor opción que desplazarse el último día?

Ahí, portando viejos billetes con el rostro de Manuel de Falla, Rosalía de Castro o Benito Pérez Galdós, hicieron cola durante horas, con la posibilidad de que el cierre del banco dejase todo en un simple papel.

Tal y como relataba este jueves Melissa Orozco en las páginas de Economía de La Voz, al ver que el horario amenazaba, se juntaban varios para cambiar 80.000 pesetas. Luego, ya harían cuentas. Imagino el suspiro final con el dinero en la mano, diciendo: «¡Menos mal!». También el propósito de no dejar nunca más todo para el momento final.

Pero no, volverá a pasar. Claro que sí. Palabra de procastrinador.