No voy a andarme con rodeos porque la verdad estoy un poco cansada de que los políticos nos traten como imbéciles desde que nos encerraron en marzo. Primero, las mascarillas no eran necesarias, después, eran recomendables, y un poco más tarde, obligatorias... ¿A qué precio? Los expertos nos llevan explicando todo este tiempo que su uso es esencial, básico e importantísimo para protegernos del contagio, como el único recurso, además de la distancia social, que tenemos a mano para asegurarnos bien. Así que como la buena gente que somos nos ponemos a ello, las compramos, nos gastamos nuestro dinero sabiendo que no hay elección: o mascarilla o multa. O mascarilla o muerte. Y como somos buena gente, insisto, pero no ricos, resulta que muchos se las acaban comprando de tela para no tener que dejarse el sueldo en la protección «obligatoria» que suma euros. Error. Entonces vuelven a salir los expertos a alertarnos de que las de tela no sirven de nada si no se lavan al menos una vez al día a 60 grados en la lavadora y siempre que tengan filtro. Es en este punto, cuando llevamos ya ocho meses de pandemia (¡ocho!) en que nos ahoga el hartazgo. Si las mascarillas quirúrgicas e higiénicas son nuestra salvación antes de que Pfizer obre el milagro, no me explico cómo no son gratis ya, a cero coste, para que no haya ricos que se salven, pobres que se mueran, o para que ni siquiera nos tengamos que poner en esa terrible decisión de gastar lo que no tenemos en comida o protección. ¡Que los gallegos se iban a por ellas a Portugal para conseguirlas a 8 céntimos! Me da igual pedírselas a Sánchez, a Feijoo o a Inés Rey, pero si hablamos de producto esencial, ni IVA ni IVO ni ná: déjense de chuminadas de bajar el impuesto un 4 % y dennos lo que merecemos. Mascarillas gratis ya o les dejamos de pagar.