El año que le pusimos un marco a la ciudad

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

Estos días me acuerdo mucho del artista que mejor ha sabido enmarcar la vida. Se llamaba, claro, John Ford, y nos enseñó que el universo entero cabe bajo un humilde dintel

31 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace mucho tiempo, cuando se bailaba en las verbenas e incluso algunas noches asábamos sardinas en hogueras improvisadas en la plaza, teníamos por costumbre enmarcar cosas. En Galicia tenemos tal afición a enmarcar que incluso le ponemos marcos a las fincas. Y la historia de esos marcos, de qué considera cada uno digno de enmarcar o no, cuenta mucho de nosotros.

Hay quien cuelga el título universitario. No siempre es un gesto exhibicionista. A menudo se trata de reconocer que, después del sacrificio de muchas generaciones, ese título firmado por el rey llega a manos del primer miembro de la familia que ha podido completar los estudios. Por eso abundan los títulos y las orlas en las salitas de las vapuleadas clases baja y media. Es un mínimo homenaje al esfuerzo de tantos para que al menos uno alcanzase la meta en nombre de todos.

En muchos otros hogares se enmarcan fotos. De los nietos. De los hijos. De la boda. De los abuelos. De viajes. Las personas son felices en esos retratos. Se enmarcan instantes. Y memorias. Hay muchas fotos de los que ya no están. Es para que quede claro que sí que están.

En las paredes de nuestras casas, incluso en esas que llaman paredes maestras -y que a mí me parecen casi intocables, tengo miedo de apoyarme en ellas y que el edificio se venga abajo por mi irremediable torpeza-, también hay cuadros, grabados y dibujos. Porque amamos incluso el arte embalsamado de las láminas compradas en la tienda del museo. Hasta hace unas semanas, la Muchacha en la ventana de Dalí era una de esas estampas colgadas en el salón. Pero ahora todos nosotros somos esa muchacha asomada al mar desde su alféizar. Le hemos puesto un marco al mundo exterior y, de vez en cuando, nos acercamos al cuadro y observamos A Coruña. Somos un poco los astronautas de la estación espacial internacional que escrutan la ciudad desde su escotilla. Porque lo más interesante que hay colgado ahora mismo en nuestra sala, con diferencia, es la ventana.

Estos días me acuerdo mucho del artista que mejor ha sabido enmarcar la vida. Cuando se ponían pedantes en las entrevistas, siempre replicaba que él no sabía nada de los grandes asuntos, que solo hacía películas del Oeste. Se llamaba, claro, John Ford, y nos enseñó que el universo entero cabe bajo un humilde dintel.

Por eso, el marco en el que pienso es el que John Ford le pone a John Wayne al final de Centauros del desierto, cuando lo deja a solas con su destino en medio de una puerta. Puestos a enmarcar el mundo, que sea al estilo de Ford. Con clase. Y agallas. Todo irá bien. Natalie Wood volverá a casa y Vera Miles sonreirá.