El entierro, entre la playa y el cielo

A CORUÑA

PACO RODRÍGUEZ

Arrojar al mar las cenizas de un muerto, de manera legal, es tan complejo que hay quienes lo hacen clandestinamente

29 oct 2019 . Actualizado a las 10:20 h.

«Al atardecer de la vida te examinarán del amor...». Eso anuncia una de las canciones habituales de los funerales católicos. Podría haber sonado hace poco, en una de las últimas tardes del verano, cuando ella empezó a caminar por uno los senderos que hay detrás del Millennium. Llamaba la atención la amplia bolsa que llevaba en la mano. Parecía fuera de lugar. Y más cuando empezó a moverse con dificultad por encima de las rocas. Estaba claro que su intención era llegar a la orilla del mar. Una vez allí, lo fue bordeando, mirando de cerca el oleaje, buscando un recodo tranquilo. Al fin encontró el sitio adecuado. Dejó la bolsa en el suelo y sacó de ella un envoltorio hecho con periódicos. Levantó la cabeza y varias veces miró si la miraban. Quienes andaban por el lugar estaban paseando a sus perros, tomando el sol o haciendo fotos. Nadie había reparado en ella. Así que se inclinó y vertió un alma al mar. Con mimo. Delicadamente. Como si la arropara bajo el manto de agua. Si en aquel momento la examinaran del amor sacaría matrícula. Viendo la escena Wenceslao Fernández Flórez sonreiría al ver hecha realidad su sentencia sobre los entierros en San Amaro: «Cuando un coruñés se muere, más que enterrarlo, parece que lo arrojan por la borda», como recordaba Luis Pousa en una de sus Crónicas coruñesas.

Acabada la tarea ella inició el camino de vuelta. Al retomar el sendero se paró a colocar los periódicos envolviendo la urna vacía y guardándola en el fondo de la bolsa. Al llegar al paseo marítimo hablamos: «¿Me ha hecho fotos, verdad?». Sí, a distancia. Robadas. Se echó a llorar mientras repetía: «¡Ya sé que esto no se puede hacer!». Borramos juntos las fotos. Seguía llorando y hablando de prohibiciones que no entienden su cariño, ese volcarse en la última petición de un ser querido. Se marchó escondiendo las lágrimas entre las sombras del atardecer. Había cumplido ese deseo postrero que desde hace décadas proclama Serrat en su Mediterráneo: «Si un día para mi mal / viene a buscarme la parca / empujad al mar mi barca / con un levante otoñal / y dejad que el temporal / desguace sus alas blancas. / Y a mí enterradme sin duelo / entre la playa y el cielo...».

Pero las leyes no saben de sentimientos y «ese acto tan romántico de arrojar las cenizas al mar está prohibido en Europa (esto implica que, para salir de aguas europeas, debes alejarte a más de doce millas náuticas de la costa) salvo a algunas empresas que cuentan con autorización. Para poder tirar las cenizas al mar dentro de la ley, la urna debe ser biodegradable y los restos humanos tienen que estar triturados en partículas con un diámetro inferior al máximo estipulado, con lo que se pueden arrojar a más de cuatro millas de la costa si el barco está en marcha a una velocidad de al menos cuatro nudos». Esto escribe el divulgador científico J. M. Mulet en su libro La ciencia en la sombra (Destino). 

Fosas o nichos

Hay la posibilidad de pedir permiso a la Dirección General de la Marina Mercante pero para un particular suele ser muy complicado conseguirlo. Algunas funerarias ofrecen este servicio, pero desde ese sector vienen reclamando desde hace tiempo una regulación de estos enterramientos tanto en el mar como en espacios de tierra al aire libre.

En la normativa de la Consellería de Sanidade sobre «sanidade mortuoria de Galicia» no figura la posibilidad de arrojar las cenizas al mar, aunque tampoco la prohíbe específicamente. El Decreto del 20 de octubre de 2014, que actualiza la normativa anterior, define así la sepultura: «Calquera lugar destinado á inhumación dun cadáver ou restos humanos dentro dun cemiterio ou lugar de enterramento especial autorizado». Incluye en este concepto las fosas, «escavacións practicadas directamente en terra», y los nichos, «cavidades construídas artificialmente, que poden ser subterráneas ou aéreas, simples ou múltiples».

El destino de las cenizas deber ser la «sepultura, columbario, propiedade privada ou outro destino compatible coas normas ambientais e sanitarias vixentes», legisla Sanidade.

En el cementerio de San Amaro ya no hay sitio para enterrar las cenizas aunque sí en el municipal de Feáns donde están acabando las obras para disponer de 35 nuevos espacios para ello.

Otra opción son los columbarios de las iglesias para depositar ahí las urnas con las cenizas pero en A Coruña no hay ningún templo que lo tenga.