Hablemos de la caca de los perros

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

Un grupo de perros en un parque de Gijón
Un grupo de perros en un parque de Gijón

Entre lo que decimos que hacemos y lo que hacemos hay un vertedero de incongruencias

21 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

No quiero cagarla porque sé que el tema es peliagudo y enseguida hiere sensibilidades. Y desde luego no hay la menor intención de que los dueños de los perros se sientan atacados cuando de lo que se trata es, precisamente, de lo contrario. De que paseen con la misma tranquilidad que lo hacemos el resto de los coruñeses que no tenemos perro. Que paseen, que los paseen y que no esquiven una y otra vez la caca de los canes en una ciudad, Coruña, que va camino de coronarse como una de las más perrunas. Y eso, claro está, tiene consecuencias que saltan a la vista cuando se camina, cuando se corre y cuando se quiere disfrutar del césped de los parques.

No conozco ningún dueño de un perro que no diga que no se afana en recoger las heces siempre que su perro caga y no conozco a ninguno que no diga que todos los días sale a la calle con la bolsa pertinente y que todas las veces que su perro hace sus necesidades no se agache para tirarlas a la basura. Entonces, la pregunta es obvia: ¿de quiénes son los restos que pisamos?

Quiero pensar que no son de los dueños, y que lo que realmente sucede es que entre lo que decimos que hacemos y lo que hacemos hay un vertedero de incongruencias que nos comemos los demás, o mejor dicho, que pisamos los demás, que podemos ser calificados de guarros por otros motivos, pero no porque manchemos de mierda las calles. Ese es otro nivel.

Coruña está sucia por diversas razones, pero una de ellas es que los perros hacen sus necesidades en las aceras y que las personas que son responsables de tenerlos no las recogen, o bien porque no les da la gana o bien porque no pueden atender a todo ese tipo de incontinencia que, por otra parte, no siempre ofrece una posibilidad razonable de limpieza, salvo que los dueños se vean obligados a llevar encima una manguera. En otras palabras, no siempre la caca de los perros puede abrazarse a la forma de una bolsa. Ahí lo dejo.

Aunque también hay que verle la parte positiva a todo esto, que la tiene; al menos para los supersticiosos que creen que cada vez que uno mete el zapato en tan desagradable sorpresa le sonreirá la fortuna. ¡Pues qué afortunados somos los coruñeses que ya podemos jugárnosla al éxito con solo poner un pie en la calle!

Algo habrá que hacer con tanto charco marrón, con tanto perro suelto y con tan pocas ganas de agacharse fuera de casa. Que dentro de ella cada cual que haga lo que quiera con las necesidades de su perro, que como animales domésticos que son, no habrá inconveniente en que se les hagan unos váteres especiales lo suficientemente acondicionados para ellos. Fuera, si nada cambia, los coruñeses seguiremos pisando ¡mucha suerte!