Es la tónica de los últimos años: ni los presupuestos del Estado ni los de la Xunta traen apenas novedades para A Coruña y el área metropolitana. Como una letanía, un año tras otros, aparecen viejas necesidades (Alfonso Molina, puente de A Pasaxe, saneamiento de la ría...), a veces con cantidades millonarias, otras con exiguas aportaciones, pero siempre con el mismo final: los fondos no se gastan, las obras no se hacen. Y si los viejos proyectos se atascan, como los usuarios de Lavedra, las nuevas ideas parecen haber quedado ocultas bajo los lodos que envenenaron la ría.
Y es que si malo es no gastar lo prometido (y presupuestado), peor es la sequía de ideas.
El último ciclo de las grandes inversiones en la ciudad finalizó con la puesta en marcha de la tercera ronda, va ya para cuatro años. La ampliación de Alfonso Molina estaba llamada a ser el siguiente eslabón de las actuaciones previstas en la ciudad. Pero no pudo ser, el cambio de gobierno local que forzó cambios en un proyecto listo para su ejecución, la inestabilidad en el ministerio de Fomento y la moción de censura en Madrid fueron pretextos perfectos para que Fomento se ahorrase un dinero comprometido con A Coruña y que bien pudiera estar fraguando ya en cualquier otro rincón de España.
La responsabilidad de que la inversión por habitante sea aquí de las más bajas de Galicia es de quien tiene la responsabilidad de elaborar los presupuestos. En este caso del Gobierno de Pedro Sánchez, pero hace unos meses también se percibió cicatería en la Xunta. No obstante, hay también un cuota de responsabilidad de los políticos locales, a quienes parece estarle faltando el plus de liderazgo imprescindible para hacer valer las propuesta que desde aquí se pueden plantear y que, necesariamente, cotizan en un mercado muy competitivo. En definitiva, sin proyectos, sin ideas, no hay inversión.