¿Qué tiene esta bola que a todo el mundo le mola?

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS

A CORUÑA

ANGEL MANSO

09 dic 2017 . Actualizado a las 19:49 h.

¿Qué hay detrás de esas 120.000 luces que dibujan las noches de la Marina, de esos 11 metros que hacen la esfera tan fascinante? ¿Por qué extraño magnetismo miles de personas peregrinan a diario desde todos los barrios de la ciudad para visitarla, y este año, para conocerla también por dentro? Un halo de misterio envuelve la bola de cristal de la dársena, que por segunda Navidad consecutiva se ha convertido en la estrella de las fiestas. El fabricante, que es el cordobés Ramón Zapata, aporta una clave, más allá del poder hipnótico de la esfera: «Está colocada en un sitio muy especial», acompañada en su existencia cristalina por las galerías en una explanada marina en la que se enseñorea con un protagonismo altanero pero elegante.

Pero hay otro elemento que entra en juego, poderoso: la intriga, la curiosidad que los objetos llamativos despiertan en nosotros. Una fascinación que el cine ha sabido explotar siempre bien. Ciudadano Kane arranca cuando el millonario Charles Foster Kane, justo antes de morir, se acuerda del trineo con el que jugaba de niño y pronuncia la palabra Rosebud. El misterio que genera la búsqueda de este objeto, la investigación de lo desconocido, sostiene esta obra maestra. Es similar el juego de James Cameron en Titanic, con un collar con un diamante azul que introduce la historia de amor de los protagonistas y que es arrojado al mar.

Hay misterio cuando hay novedad. Seguro que las tradicionales luces de fiesta generaron algún día, hace muchos años, esa curiosidad. Hoy es el turno de la bola de cristal, la que a todo el mundo mola, que decía Alaska. O de la Estrella de la Muerte, como ha sido bautizada por los coruñeses. El misterio es hermano gemelo de la fantasía y algunos han querido ver en esta esfera luminosa la gigantesca nave del Imperio de Star Wars, otro objeto de culto para el cine, otro fetiche mágico que cautiva por su sola presencia, por la intriga que es capaz de generar.

El enorme copo de nieve de la Marina, que es lo que en realidad pretende ser, demuestra también el embrujo que posee este maravilloso rincón de la ciudad, mayor aún cuando se dota de contenido. En cuanto en la Marina sucede algo, la gente acude en masa, y por eso la bola de cristal debería servir de ejemplo de cómo aprovechar las posibilidades de una explanada claramente infrautilizada y que, aun así, es capaz de congregar a los ciudadanos en torno a unos columpios a todas luces insuficientes o de un carril bici que en realidad es medio carril. Algún día veremos allí algo más que una fascinante Estrella de la Muerte que haga volar nuestra imaginación. Hasta que llegue ese momento, que la bola les acompañe.