El dominico, organizador del Festival Intercentros, asegura sentirse muy querido por sus alumnos a pesar de ser «un profesor duro»
12 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Nació en el seno de una familia acomodada de la ciudad de Concepción, Chile. «Fui a un colegio de pago, que en aquella época era un lujo. Tuve novias, motos, tocaba la guitarra y hasta fui DJ antes que fraile», comenta con buen humor este religioso dominico. Forma parte de una orden predicadora y se nota. No hace falta preguntarle nada, Rodrigo Hidalgo Torres se pone a hablar y no hay quien le pare. «La gente me compara con Valdano. Dios me dio el don de la palabra. Creo que soy el único fraile al que aplaudieron tras una homilía. En mis mensajes hay contenido, pero con sentimiento», extracto de lo que me cuenta. No me dice la edad porque es un juego-misterio que mantuvo siempre con sus alumnos. «No soy joven, pero el contacto con la juventud me mantiene juvenil», apunta sin desvelar el misterio.
De ingeniería a teología
Iba para ingeniero industrial y acabó licenciándose en Filosofía y Teología y formándose para la vida religiosa en el noviciado de los dominicos. «Mi familia es católica y tengo un tío sacerdote, pero para la mayoría de la gente resultó algo incomprensible. Estaba en un período de búsqueda y sentía que la ingeniería no iba a ser mi medio de vida», recuerda. Se vino a la Universidad de Salamanca y entró en contacto con los dominicos y con la informática. Y ahí sigue. Tras unos cuantos años en el colegio coruñés este curso lo destinaron a las tierras salmantinas que tan bien conoce. «Me llamó el superior y, aunque me resistí, debo obediencia. Me encargaron el márketing, comunicación y redes sociales del grupo editorial de los dominicos para que nuestro mensaje llegue. También soy el coordinador de una biblioteca de más de 110.000 volúmenes. No me aburro. Y, por supuesto, todos los meses vengo para trabajar en el Festival Intercentros. Coruña siempre será mi ciudad. Lo mejor de Rodrigo emergió aquí», sentencia sonriente.
Religión y redes sociales
No se separa de su Android de gran pantalla. «Estoy enganchado», confiesa. Cada poco tiempo paramos la charla para atender mensajes en nuestros respectivos móviles. «Me gusta la tecnología. Es mi vicio. El otro día tuve en mis manos el iPhone X, pero no me lo compré. Lo haría si fuese necesario para mi trabajo, pero no como un capricho», asegura. Sube vídeos con mensajes a su canal de YouTube y a Facebook bajo el título de Palabra compartida y está contento de que algunos alcanzasen las mil visitas. «Creo en la evangelización a través de las redes sociales. No hay muchos religiosos que lo hagan. Me veo como un dominico youtubero. Medio colegio me sigue en Instagram», asegura.
Siempre el festival
Dice que Dios supo reorientar su vida para servir a los demás. «Me gustaba la música y la electrónica y ahora me dedico a esto, pero desde otra perspectiva», comenta. Ejerció de profesor de distintas asignaturas y tuvo alumnos de diferentes edades. «Siempre me he sentido querido por todos. Cuando me marché este curso muchos niños me abrazaron llorando. Y eso que soy duro. Hasta a alguno le suspendí religión en junio. Creo que la gente me quiere por coherente», analiza. Se declara impaciente. «Me desespero cuando las cosas no se resuelven». Dice que está tranquilo porque cuenta con un gran equipo de colaboradores y que para el próximo Festival Intercentros «ya están confirmadas 31 instituciones», destaca este dominico 3.0 al que le hubiera gustado dedicarse a la política y que dice que la Logse «no ayuda a los niños a entender y convierte algunas clases en un suplicio para ellos». Con familia en Chile, España y Estados Unidos, considera una suerte tener la posibilidad de conocer estas tres culturas. «Me gusta lo universal», sentencia el promotor del principal y más multitudinario festival escolar. Obsesionado del trabajo, su escaso tiempo de ocio lo dedica a ver conciertos. «Me gustan Dani Martín y Los Secretos. No soy de música clásica, me aburre», apunta este sacerdote que no se cansa de usar las redes sociales ni de escuchar el Contigo de Sabina, ni el Corazón partío de Alejando Sanz.