Seu nome virou praca de rúa

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

18 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Eso le decía Rubem Braga a Vinicius de Moraes en una carta escrita al amigo muerto. Seu nome virou praca de rúa. Cambian las placas de las calles gracias a la ley y también sin ella. Puede uno salir de casa al trabajo una mañana de 14 de abril poniendo un pie en la calle División Azul y regresar por la tarde para descubrir que vive en la calle Antón Vilar Ponte. O puede celebrar un 15 de mayo al sol con una improvisada (y efímera) placa que recuerda que cinco años atrás, el Obelisco también fue la Plaza 15M.

Cuando mi abuela era una cría, aprendía a coser con una modista en la calle San Andrés (a los santos no hay quien los apee de las placas). Y otro 14 de abril la modista se la llevó a María Pita. De camino o de vuelta (ya no recuerdo y ojalá pudiera preguntarle) pasaron por el Campo da Leña y a pesar del aire de fiesta, a ella, que solo tenía 13 años, le daba un poco de miedo aquel follón. ¿El campo de qué? La Plaza de España, mujer. A mi abuela le haría gracia saber que la plaza ha vuelto a ser campo aunque muchos sigan con el nombre anterior, que no el primero, en los labios.

Es lo que tienen los nombres que les ponemos a las cosas. Que no siempre responden a la norma ni a la memoria, sea real o histórica, aunque luego hagamos muchos aspavientos cuando nos cambian los nombres por ley y apelemos a no sé qué de la tradición para revolvernos contra los cambios de placa. Cuando llegué a la ciudad, ubicar la Cuesta de la Unión de la que me hablaba medio pueblo me resultaba misión imposible. Y ahora que ha cambiado el callejero, resulta que me he pasado un lustro yendo al médico en la cuesta de marras, y yo sin saberlo. La calle es cuesta y, como en la plaza de España, a mí me siguen mandando a Gómez Zamalloa como para recordar que será Cuesta de la Unión, pero aquí a mi calle la llamo como yo quiera, hasta ahí podíamos llegar. Sospecho que me seguiré perdiendo porque todo juega al despiste. Hasta la voz de los buses, Genma Pardo, que desde el mes de abril ya no me deja en General Sanjurjo sino en la avenida de Oza, que no se hacen estas cosas a las 7.30 de la mañana que una no conoce y se baja donde no es para descubrir que sí, que sí es y que a los vecinos les han tenido que numerar de nuevo los portales. Vivimos en un sindiós numérico y callejero y desmemoriado muy poco útil para los carteros y para los foráneos con poco o nulo sentido de la orientación. Al menos Genma da clases de nomenclatura cada vez que subo a una línea nueva, no saben cuánto mundo se descubre. Y para los faltos de brújula, al menos nos han dejado placas blancas bajo las azules. Que las calles son ahora como el artista antes conocido como Prince.