La indignación que terminó en Marea

Javier Becerra
Javier becerra A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Xulio Ferreiro abrazando a Nicanor Acosta el día de su triunfo electoral.
Xulio Ferreiro abrazando a Nicanor Acosta el día de su triunfo electoral. paco rodriguez < / span>

La victoria de Xulio Ferreiro supone la llegada al poder de aquel 15M del Obelisco

09 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«¡Que no, que no, que no nos representan!» Ese fue uno de los cánticos más repetidos en mayo del 2011. Igual que sucedía en toda España, en A Coruña cientos de personas se echaron a la calle para mostrar su indignación. Era el 15M, dinamitando las municipales. Señalaban a la clase política. La repudiaban y la acusaban de secuestrar la democracia. Mientras esto ocurría, en el campus de Elviña daba clase de Derecho Procesal un profesor atípico. Lo hacía en gallego, con vaqueros y camisetas de grupos indies, siempre por fuera del pantalón. Era Xulio Ferreiro.

Cuatro años después, el espíritu de aquella generación ha cristalizado en un gobierno inédito en María Pita. Es la Marea Atlántica, una formación política diferente que dio la campanada el 24M. Rompió pronósticos y se impuso al PP. Para muchos supone la consecuencia del 15M. Después de apestar a los políticos, optaron por crear su propio partido con aquel docente a la cabeza. «Es la maduración del espíritu indignado. No era solo una protesta, era algo más», señala Nicanor Acosta, uno de los personajes más emblemáticos de la indignación coruñesa. En las elecciones iba en el puesto 19 de la lista de la Marea Atlántica.

Entre los que estuvieron de manera activa en el 15M no hay unanimidad. Raúl Mella durmió en el Obelisco la primera noche de las muchas que vinieron luego. Recela: «No recuerdo ver en la calle a mucha gente de la que está ahí hablando del 15M, a excepción de Sande -se refiere al que será edil de Cultura con la Marea-. Y, sin embargo, Carril, del BNG, sí que estuvo con nosotros en la lucha. Siempre». Pese a todo, es optimista: «Mejor esto a lo que había». Acosta, por su parte, sostiene que «cada uno tiene un grado diferente de compromiso. Unos luchan en la calle, otros en otros lugares. Somos complementarios».

También se produjeron pegas desde Stop Desahucios. Resulta significativo que si la Marea enarbola la lucha contra esos desalojos tenga en su contra al portavoz de la plataforma antidesahucios en A Coruña, Héctor Tejón. Desde su cuenta de Twitter no dudó en apuntar la ausencia de los candidatos mareantes en la lucha callejera, denunciando la apropiación del movimiento: «En serio que @marea atlántica pensase representante do 15M? Jo, a que escola hai q ir pra aprender a mentirse a un mesmo?», se preguntaba. Su antecesor, Joaquín Díaz, sin embargo siempre ha mostrado públicamente su respaldo a Ferreiro. Y muchos de los que participaban en las concentraciones también.

El cuadro lo completa Roberto Rivas. Es el bombero que se negó a participar en el desahucio de Aurelia Rey hace dos años. Se habló mucho sobre su supuesta entrada en política y su posible entrada en la Marea Atlántica. Sin embargo, en plena campaña electoral, firmó el manifiesto de apoyo a Xosé Manuel Carril. Aunque dejó claro en un comunicado que no iba contra la Marea («toda a miña admiración pola vosa valentía e parabéns polo traballo das persoas que participan na Marea Atlántica, boas e xenerosas»), su respaldo al cabeza de lista nacionalista se sumó al de muchos otros que daban a Carril el valor de su lucha.

Campaña y camisas de cuadros

Entre esas luces y sombras ganaron claramente las primeras. El mensaje mareante llegó a la ciudadanía. Y caló. Lo hizo en un tiempo récord: diez meses. Primero, hubo que elegir un nombre. «Su campaña realmente empezó desde que se creó la marca, sostiene el publicista Óscar Villar. «Inmediatamente empieza a evocar en el imaginario de la gente una serie de palabras afines y un campo semántico. La Marea Atlántica es movimiento, es acción, es multitud, es mayoría, es bilingüe, es Coruña».

El coordinador de la campaña de la Marea, Iago Martínez, sabía que partían con una ventaja. «A parte das redes sociais a tiñámola ganada antes de comezar. Nós somos nativos aí, os outros son intrusos», explica. Con voluntarios inundando Twitter y Facebook con sus mensajes lograron colar eslóganes sencillos del tipo «con sentidiño» o «coas nosas mans». Sus contrincantes los tacharon de vacíos. «Para nada -opina Martínez-. Son sinxelos pero con moito contido. Cando ti falas do sentidiño, por exemplo, é unha maneira amable de dicir o que a xente está pedindo, que son cousas de sentido común como a renda básica». Villar, destaca el tono plural. Mensajes como «Hai marea» o «99 medidas para un 99 %» marcan la ruta. «No tendría sentido una campaña personalista, apunta.

Se trata, sin embargo, de algo camuflado. Cierto es que, como dice el publicista, «el cierre de campaña, fue visualizado en una foto multitudinaria». También que la imagen que quedó es la del candidato con su gente en el cartel electoral. Pero eso no debe ocultar que la mayoría de la lista tomó un papel secundario en favor de un Xulio Ferreiro que, también, impuso un estilo deliberado: «Que aparezca en escena con camisa de cuadros y remangado es parte de su personalidad. Que esas camisas sean azules, parte de la campaña», concluye. El coordinador de la campaña lo secunda: «Usamos a cor corporativa do Concello porque iamos a ganar e as camisas son algo xeracional. Que a xente fale delas é un éxito de comunicación política».

Pero más allá de su estética y simbología, si en algo destacó la Marea Atlántica fue en su presencia en la calle. Y ahí vuelven a extender un hilo al 15M. Ya antes de empezar la campaña se pudieron ver escenas reminiscentes de todo aquello: gente sentada en el suelo, hablando de política con la sensación de formar parte y no ser un mero sujeto pasivo con derecho a voto. Luego, llegaría el mitin con Pablo Iglesias, lo más parecido a una estrella pop de la política actual. Idolatría, euforia, colas, pasión.

Se les acusó de provocar las colas en Palexco, abriendo una sola puerta. Sea como sea, allí había gente. Mucha se quedó sin poder entrar. Cuando desde el PP se les ridiculizó (por ejemplo, con el entonces presidente de la Diputación Diego Calvo colgando fotos en Twitter con tono de mofa) a más de uno le vino a la mente la frase de Gandhi: «Primero te ignoran, después se ríen de ti, luego te atacan, entonces ganas». Y contra todo pronóstico (incluso el de Ferreiro, que aventuró solo nueve ediles en Vía V), ganaron.

Gobierno fresco e inexperto

Llega el momento de la verdad. Esa línea que va desde Nunca Máis hasta la Marea Atlántica, pasando por el 15M ha llegado al poder. Con toda su frescura. Pero también con sus interrogantes. Los diez mareantes que entrarán en María Pita presentan solidez en ámbitos como la cultura, el urbanismo o los servicios sociales. Chirrían en el perfil económico, empresarial o turístico. Pero, sobre todo, hay una gran incógnita: cómo paliar su falta experiencia en la gestión municipal.

Con estas virtudes y carencias empieza lo serio. Se acabó la protesta. Toca gobernar. El grito ha cambiado. La noche del 24M, en plena euforia por los resultados, se escuchó nítidamente: «¡Que sí, que sí, que sí nos representan!». En cierto modo, recuerda a aquel «¡No nos falles!» que le gritaban a Zapatero cuando ganó en el 2004. Se cierra un ciclo.