«Antes no podías bajar disfrazada a Panaderas por culpa de los 'grises'»

A CORUÑA

La plusmarquista del concurso de la oreja de Radio Voz tiene alma choqueira,?lleva el carnaval en la sangre y hasta estaría dispuesta a irse a los de Brasil

02 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

En el momento de concertar la cita, al otro lado el teléfono el jolgorio era llamativo. «Es que me estaba probando el disfraz», confesaba ayer, entre risas, esta coruñesa de una Zalaeta ya desaparecida y para la que los carnavales son las mejores fiestas del año. Matiza la afirmación: «También nos gusta mucho la Navidad y mis hijas llenan la casa de adornos». El año pasado se disfrazó de Celia Cruz, «y ya te puedes imaginar». Lo cierto es que no resulta difícil imaginarla, con su risa fácil, con una peluca afro en lugar de su pelo liso y las bromas al mítico grito de «¡Azúcar!». El disfraz de este año no lo desvela, porque sino la fiesta de esta noche con la Coral Lembranzas de Santa Cruz ya no tendría gracia.

Berta López se ha hecho popular en los últimos años porque cuando no gana queda de segunda en el concurso de orejas organizado por Radio Voz. A pesar de ello hace una afirmación sorprendente: «Estoy de las orejas hasta el moño, todo el mundo me habla de ellas». Así que pasamos a otra historia, con la tranquilidad de que lo más seguro es que seguirá presentándose al concurso.

La tradición carnavalera le viene de familia, «en mi casa siempre había disfraces» y los sigue habiendo en un amplio desván del que cada año extrae nuevas sorpresas. Claro que no todos estaban por la labor: «Mi marido nunca fue capaz de disfrazarse», pero eso cambió cuando, estando ya en la coral, Berta logró que se disfrazara de negrito. Le gustó la experiencia y lo vio tan contento que le pregunté: «Tito, ¿tú estás más contento de negro que de blanco?». Lo siguiente es una carcajada. Su marido era de al lado de la calle de Torre, a la que iban siempre «pero no podías bajar a Panaderas porque estaban los grises (la Policía Nacional)».

Recuerda su trabajo en un comercio de San Andrés, «el de Don Julio», una zona a la que sigue bajando ahora a comprar, desde su casa del barrio de las Flores, y como fue inculcando a sus hijas la tradición de disfrazarse durante los carnavales, «aunque a la pequeña no le gustaba nada».

Y tras los carnavales, los viajes: a Benidorm, «me gusta mucho porque es un sitio de mucha marcha», diez días a Suiza, luego a la exposición de Zaragoza y después «dos o tres meses a Mera, a descansar; hace 30 años que pasamos allí el verano, al lado de la playa».