Vacío en la calle Honduras

Xurxo Fernández Fernández
Xurxo Fernández A CORUÑA

A CORUÑA

EDUARDO

Visita al lugar donde la dependienta fue asfixiada, a la misma hora y el mismo día de la semana en que se cometió el asesinato, del que todavía no hay pistas concluyentes

17 feb 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

Hay miedo. Lo dice la señora Francisca (y a su lado asienten Julia y Antonia, que lleva un perro pequeño, que va de paseo). Pero la opinión de la señora Francisca pesa más, porque ya lleva 27 años en el barrio y porque su casa está cerca, muy cerquita del sitio donde hace una semana alguien amarró un cable al cuello de Cristina Rodríguez y apretó hasta que a la joven se le acabó la vida. El miedo que dice Francisca se nota cuando la gente empieza a no meter el coche en el garaje, si no es en compañía, o, al oscurecer, cuando las tiendas cierran la puerta, hasta que el cliente les parece de confianza. Pero el síntoma más importante aparece a la entrada de Norgás, el negocio donde trabajaba Cristina, hasta hace sólo una semana. Allí sigue colgado el cartel que el dueño puso el jueves: «Por medidas de seguridad nos vemos en la necesidad de atenderles a través del teléfono». Y dentro, nadie. El local El local está vacío a las seis de la tarde. La misma hora en la que hace una semana la joven dependienta se quedaba sola. En la calle, nada más: ni un alma. Ni siquiera los padres que llevan niños a la sala de fiestas infantiles que ayer cerró para hacer actividades de animación en el exterior. Tres minutos después, un tipo con muletas dobla la esquina de la avenida Labañou. Pasa por delante del comercio sin prestarle atención (hace ya siete días y la gente ha dejado de pararse en el escaparate). Desaparece y el reloj empieza a contar: son las 18.05 horas. Nada nuevo a las 18.06, ninguna novedad a las 18.07, nadie a las 18.08 y tampoco a las 18.09. Cuatro largos minutos antes de que una furgoneta suba la cuesta. Sesenta segundos más tarde pasa una señora con su hija y entran en el portal de enfrente, demasiado lejos para ver nada. Un rato después, son dos hombres los que salen de la vivienda de al lado, pero toman el camino contrario, no pasan por delante del comercio. Siete minutos en soledad Hasta las 18.12 horas no entra en escena Manuel Álvarez. Como Antonia, también pasea un perro y lo lleva por delante de Norgás. Siete minutos después del último que pasó por delante del escaparate. Manuel aclara que normalmente hace el mismo recorrido y que casi siempre es a esa hora. Sin embargo, hace una semana «estaba en un bar que hay aquí detrás cuando entró un chaval contando lo que pasaba. Así fue como me enteré, porque el paseo de ese día terminó un poco antes», aclara.Así, ni siquiera él estaba allí. Tampoco había nadie asomado a una ventana (igual que ayer, todo eran ausencias tras los cristales).Mientras nada sucedía fuera, la mujer del dueño del negocio se dirigía a hacer unas compras y la hija más joven estaba a punto de aparecer por la tienda. Todavía sin sospechosos Alguien acababa en ese momento con Cristina Rodríguez y se llevaba los cerca de tres mil euros que había guardados en el local. La pregunta ¿quién? sigue sin respuesta. La policía se pasó la semana pasada en busca de indicios, sin dejar de recorrer la calle, y todo el barrio, de una punta a la otra. Pero sin ningún resultado hasta el momento. Se encontraron restos de sangre y huellas de pisadas que parecen no haber dicho nada en todo este misterio. Ni siquiera se da por cierto un móvil.La falta de testigos es más que comprensible, si se tiene en cuenta que fueron 17 personas las que ayer, entre las seis y las seis y media de la tarde pasaron ante el negocio vacío de la calle Honduras, donde fue asesinada hace una semana la joven Cristina Rodríguez.