Fabri, el último antihéroe del fútbol

Por Miguel Álvarez

CDLUGO

Fabriciano González (San Pedro de Santa Comba, Lugo, 1955) se ha convertido en uno de los entrenadores de moda. Al frente del Granada, acaba de rubricar el ascenso a primera división. Después de haber desarrollado su actividad profesional en veinte clubes, ha encontrado la gloria y el éxito en Andalucía

26 jun 2011 . Actualizado a las 10:55 h.

Siempre seguro de sí mismo, sin morderse la lengua y fiel a sus principios, Fabriciano González se ha consolidado como un ídolo futbolístico en Granada. Pero el camino hacia la gloria no ha sido sencillo. El entrenador lucense, un trotamundos del balompié, parece haber hallado al amparo de la Alhambra la tranquilidad que en tantas ocasiones le ha sido esquiva a lo largo de su carrera. Llegó a tierras andaluzas en marzo del 2010, después de haber digerido otro de sus amargos episodios deportivos al frente del Cartagena. Recibir un golpe y volver a levantarse parece el lema profesional del preparador de Santa Comba. El objetivo que afrontó hace dieciséis meses fue el de devolver al equipo rojiblanco a la categoría de plata. Y ahora, la euforia se ha desatado en la ciudad nazarí. El conjunto adiestrado por el incombustible técnico gallego ha reingresado en la élite tres décadas y media después de haber compartido competición por última vez con el Real Madrid y el Barcelona.

Fabri ha pasado por una veintena de clubes a lo largo de su trayectoria como técnico. Desde los modestos Racing Vilalbés o Club Deportivo Lugo, a saborear las mieles de Primera División de manera fugaz con el Logroñés. Por el camino, una labor muchas veces segada al frente de históricos como Murcia, Burgos, Elche o Almería. Y en la mochila también se ha quedado la exportación de sus ideas al fútbol portugués en equipos como el Ovarense o el Campomaiorense.

Desde la didáctica visión del trotamundos, Fabri reflexiona antes de empezar a digerir la proeza que ha firmado con el Granada: «Posiblemente, este sea el mejor momento de mi carrera como entrenador, pero tal vez se debe al hecho de aguantar y mantener una línea. Creo que si al fútbol le das, te lo devuelve con creces».

El éxito que está paladeando al frente del cuadro rojiblanco ha llegado después de tallar varias muescas de vivencias amargas durante su peregrinaje por los clubes a los que ha pertenecido. Antes de triunfar en el conjunto nazarí, bebió un sorbo amargo en el Cartagena. Y ya se antojaban demasiadas experiencias agrias después de las protagonizadas en otros lares como Murcia o Zamora.

En Cartagena, le obligaron a hacer las maletas cuando el equipo marchaba segundo. «Me siento maltratado», aseguraba entonces. Explicaba que siempre ha estado «en equipos que iban primeros o segundos, como también pasó en Mérida o Elche. Después venía otro a recoger el fruto de un trabajo que estaba hecho y se llevaba el mérito». Cuatro meses después, los murcianos sellaban el ascenso a la categoría de plata.

Ahora, entre los festejos que se han desatado en la ciudad de la Alhambra tras el ascenso a Primera, Fabri hace balance de su dilatada carrera: «No sé si es mi momento más feliz como entrenador, porque cada situación tiene una cosa de la que puedes aprender». Lo dice a pesar de que puede presumir de haber guiado a un club a subir dos escalones de manera consecutiva hasta la élite.

Y, desde la prudencia, no afirma nada al respecto de su continuidad en la escuadra rojiblanca. Tal vez por la desconfianza que es propia de los gallegos o, tal vez, porque la vida le ha enseñado a no echar las campanas al vuelo hasta que todos los flecos referentes al futuro estén bien atados.

Sinceridad

Fabri no se ha escapado de la polémica durante la promoción que ha disputado al frente del Granada. La afición del Elche, equipo al que dirigió hace unas temporadas, lo ha encumbrado a la talla de enemigo por sus declaraciones y reacciones en los encuentros definitivos por el ascenso. Además, después de ser expulsado en el partido decisivo, deberá cumplir cuatro partidos de sanción en el arranque de la campaña venidera.

Y es que, con marejada o calma chicha, una de las características irrenunciables del preparador lucense es la sinceridad. Dice lo que piensa, al revés que muchos de sus colegas. Y él es consciente de ello. «Cada uno es como es y no creo que eso deba ser contraproducente. Yo voy de frente, no hago teatro», asevera.

Uno de los episodios que acarrearon un mayor impacto mediático de su carrera lo escribió cuando asumió las riendas del Alavés de Piterman en Segunda A. A pesar de que la historia acabó en drama, Fabri jamás ha renegado de aquella experiencia de dos meses en el 2007: «Me alegro de haberla vivido, porque me enriqueció como persona y como entrenador. Cuando mi dignidad pudo verse afectada, decidí no continuar».

Entre las aficiones de Fabri figura la pesca. A pesar de que su labor profesional en el fútbol puede apartarle de la tranquilidad de los ríos, sus allegados afirman que es un experto con una caña en la mano. Un arte que aprendió con maestría de un vecino mayor que él de su Santa Comba natal.

Lejos de su tierra

Una de las asignaturas pendientes de Fabriciano González como entrenador es la de ser reconocido en su tierra. Dirigió al Lugo en dos etapas, pero no consiguió consolidarse en el banquillo rojiblanco. Ahora, desde la atalaya de la Primera División, se toma las cosas con calma: «No me he sentido muy querido como entrenador en Galicia, pero no creo que haya que darle demasiada importancia. He tenido más suerte en otros sitios. Es cierto que me gustaría haber hecho más cosas en casa, pero no tengo ningún problema con todo eso».

Para celebrar el ascenso que ha firmado con el Granada, cumplirá la promesa de realizar el Camino de Santiago por segunda vez. Partirá desde la localidad francesa de Saint Jean Pied de Port. Pero antes, disfrutará de sus éxitos futbolísticos al lado de su familia y esta tarde acudirá al Ángel Carro para presenciar el partido entre el Lugo y el Alcoyano.

Etapa política

Antes de forjar su carrera como entrenador profesional, Fabriciano González hizo sus pinitos en política. En 1983, formó parte de la candidatura que el PSOE presentó a la alcaldía de Lugo. Reclutado como representante de la zona rural de la ciudad de las murallas, fue elegido concejal en las urnas. Pero, poco después de las elecciones, cambió de colores.

El PSOE, con ocho concejales, fue la segunda fuerza política más votada por detrás de AP, que había obtenido once. Fabri padeció un problema urbanístico; había iniciado la construcción de una vivienda en Santa Comba para la que carecía de licencia municipal. Poco después, se convirtió en el primer tránsfuga de la democracia en Lugo. El popular Vicente Quiroga gobernó más tranquilo desde entonces, ya que eran necesarios trece ediles para alcanzar la mayoría absoluta.