En su vuelta a la titularidad, el delantero Sergio Arias recuperó el protagonismo perdido para conducir al conjunto rojiblanco hasta un triunfo histórico en Pasarón
28 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.El Lugo encontró ayer de golpe, de forma casi inesperada, la solución a sus males en el ataque. Sergio, el Obús de Portomarín, salió de un letargo que se prolongaba desde el inicio de la pasada temporada, y con cuatro goles condujo a su equipo al triunfo. Un inolvidable 0-5 ante el Pontevedra.
Escogió el mejor marco, la cancha más señera de toda la Segunda B, un Pasarón donde se respira fútbol en cada uno de sus rincones, para volver y demostrar su calidad, su olfato de gol. Condenado al ostracismo la campaña anterior, Sergio Arias (Serginho para sus compañeros de equipo) dijo aquí estoy yo en su primera oportunidad como titular en esta. Tímido, de pocas palabras, y de los que no se queja, quiso hablar sobre la hierba. Faltaba Losada (expulsado la jornada anterior ante el Celta B), y Quique Setién le dio la alternativa en el once. Se estrenaba en un curso que se preveía difícil para él tras la llegada del contrastado Maikel y la renovación del Chino. Aún más complicado que el pasado, que hubo de purgar, cuando jugó, arrinconado en la banda izquierda, lejos de su hábitat preferido: el centro de las áreas.
Poco tardó el lucense en agradecer la confianza recibida, apenas nueve minutos, cuando llegó el primero de sus goles. Y lo hizo fiel a su estilo, el mismo que le ha convertido en uno de los preferidos de la afición del Ángel Carro, el mismo que le sirvió para enamorar a Juan Fidalgo, su valedor en el equipo rojiblanco.
Petición de Fidalgo
El entrenador asturiano pidió al club que el ariete de Portomarín se quedase después de hacer la pretemporada con ellos. Era entonces un joven jugador cuya mayor experiencia en el mundo del fútbol se la había proporcionado militar en el Monterroso en ¡Primera Autonómica! Hace de eso ya cuatro temporadas, y la afición del Lugo anhelaba el despertar del letargo forzado de ese fútbol marcado por la potencia, el arranque fulgurante en distancias cortas, la velocidad marca de la casa, cabeza agachada. Ese que le hizo merecedor del apelativo de Obús. En apariencia tosco, la primera impresión se borra en cuanto toca el balón e intenta algún imposible (no es la primera vez que se la juega con un sombrero en el área).
El primer gol, modelo
Todo se compendió en su primer gol, el segundo en la cuenta del Lugo, en el minuto 9. Él mismo se lo fabricó. Se hizo un hueco fuera del área y con la zurda mandó un zambombazo al palo, y de ahí, a las mallas. Muy similar resultó el tercero de su cuenta, otro zurdazo al poste. Para el segundo, ya se introdujo en el área. Y como postre, otro como a él le gusta, en carrera hacia un balón en largo enviado por Noguerol. Ahí, no se asustó y sólo le hizo falta un toque sutil para deshacerse del meta Orlando Quintana.
Regresaba con autoridad el Sergio por el que insistieron el Zaragoza y el Valencia hace dos cursos, para incorporarlo a sus filiales, con la posibilidad de acceder a sus primeros equipos. Él prefirió seguir en casa. Regresaba el que fuera Pichichi del equipo, también hace dos temporadas, con Fonsi Valverde en el banquillo, el futbolista al que todos los entrenadores rivales, sin discusión, catalogaban como el principal peligro y preocupación del Lugo.