Los Heredeiros del espíritu irmandiño

Juan Ventura Lado Alvela
J. v. lado CEE / LA VOZ

VIMIANZO

BASILIO BELLO

Los roqueros de Ribeira dominan por completo la noche grande de Vimianzo y arrasan entre el público más fiestero

03 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En cuanto pasen unos meses, con todo el respecto para el resto de artistas, costará recordar que al escenario del Asalto ao Castelo de Vimianzo del 2017 se subió alguien más que los Heredeiros da Crus. Los de Ribeira fueron los dominadores absolutos de una noche de fiesta total en la que volvieron a demostrar, excentricidades aparte (cada vez menos) que son grandes músicos y que el público está a sus pies en esta nueva etapa que, a lo tonto, va ya para cinco años y no desmerece en nada los éxitos cosechados en los momentos de mayor auge de la banda.

Volvieron a sulfatar rock and roll -ahora ya con un mecanismo algo más sofisticado que la bomba manual de antaño, aunque no paraba de calarse cada vez que lo encendían- ante unos espectadores que, entre los 15 y los 40 y pocos, no es que tarareasen estribillos, sino que cantaban las canciones enteras de la primera a la última estrofa. Así los Maneiro, Toñito, Tucho y compañía tocaron a placer durante el momento álgido de la noche y se permitieron cerrar con O fillo de José a capela, lo que acabó de desatar el delirio entre sus seguidores más incondicionales que, a esas horas, era prácticamente todo el mundo que se encontraba en el campo de la fiesta.

Incluso le sobró tiempo para abrirle el camerino ubicado en el gimnasio a los trabajadores de FerroAtlántica y mostrarle el apoyo a sus reivindicaciones, mientras que el cantante del grupo Javier Maneiro estuvo con el teniente de alcalde, Fernando Mancebo, al frente de los portadores del ariete irmandiño para derribar la puerta del Castillo.

Antes de su actuación, Xabier Díaz y las Adufeiras de Salitre dejaron más que patente su talla artística, mientras que Muchachito Bombo Inferno -ante un campo lleno pero sin los agobios de otros años-, quizás porque los ánimos estaban aún sin poner a punto, no consiguió en ningún momento, más que al final, con Ojalá no te hubiera conocido nunca, conectar con el público. Salvo el puñado de fans de las primeras filas, el resto de la gente tuvo la incontestable calidad musical de los catalanes simplemente como melodía de fondo. Por último, los Festicultores, en modo charanga y mezclados con la gente, hicieron lo que mejor saben, ponerle la guinda de desenfreno a una gran noche.

La falta de ritmo desluce una puesta en escena repleta de trabajo y apuestas innovadoras

 

 

Cuesta ponerle pegas a un trabajo de tanto tiempo y además por parte de personas que no son profesionales del teatro y vuelcan todo su esfuerzo y su buena voluntad en una celebración tan señalada, pero el resultado de la parte escénica de esta edición del Asalto ha quedado bastante lejos de las pretensiones de sus promotores. Volvió a fallar lo de siempre, el ritmo, con lo que las transiciones entre los puntos fuertes de la presentación llevaron a buena parte del público a desconectar a las primeras de cambio. También algunos personajes, caso de la líder del levantamiento popular Husqvarna (un guiño a la marca de motosierras), a los que no se les puede negar su carácter innovador, costaba y mucho entenderlos para ubicarlos dentro de este cuadro histórico.

Con todo, el éxito de público fue arrollador ya desde el pregón de Moncho Gándara de la tarde y especialmente en la previa del propio Asalto, con los bares a reventar a cuenta de los Pinchos Irmandiños. Únicamente hubo que lamentar algún lanzamiento de objetos hacia el castillo durante la batalla de globos de agua, que fue respondido, en una imagen bastante poco edificante, por un miembro de la representación, arrojando una pistola de agua, que impactó en una joven de Negreira que nada tenía que ver con la historia.

En cualquier caso, con cosas a mejorar como en todo, el Asalto 2017 fue otra gran fiesta, de referencia para la Costa da Morte.