«Eres de donde es la gente que quieres»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

PONTECESO

Alba Romero

Los dos hermanos vascos Íñigo y Martín son hijos de Lola Bermúdez, que dejó O Couto a los 16 años para trabajar en Euskadi

20 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Lola Bermúdez lo mismo habla gallego que se refiere al padre de sus hijos como aitá. De su matrimonio con un vasco que fue sacerdote y acabó siendo profesor de ikastola nacieron Martín (46 años) e Íñigo (44 años) que todos los veranos (y a veces en Semana Santa) vuelven a O Couto (Ponteceso), la aldea que su madre dejó con 16 años para buscar empleo en Euskadi. Los dos fueron de los primeros alumnos en la Escola de Verán de Monte Branco. Martín es productor de música y cinematográfico y aprovecha el verano para leer guiones y grabar sonidos en el entorno, que luego utiliza como efectos en películas. Íñigo es militar con grado de capitán e historiador, además de fotógrafo. Suyas son las imágenes del libro de Xosé Pumar Gándara y su curiosidad ahora se centra en el topónimo Cospindo, para el que tiene alguna teoría.

-¿Cómo se lleva la mezcla de vasco y gallego?

-[Martín Guridi] Es algo natural, como no puedes optar y no es malo para nada...

-[Lola Bermúdez] Su padre hablaba euskera y yo castellano, porque allí no tenía con quién hablar gallego.

-[Íñigo Guridi] Excepto cuando íbamos a Pasajes de San Pedro, que es la quinta provincia gallega.

-[Lola Bermúdez] Al aitá a Galicia le encantaba venir.

-Sonora Estudios está en Vitoria. ¿Trabajan sobre todo en el País Vasco?

-[M. G.] También trabajamos aquí. En el 96 grabamos la Banda Municipal de A Coruña, con obras de Rogelio Groba y dirigida por su hermano Indalecio. Hemos venido un par de veces a hacer las músicas de una productora que había aquí, que era Dygra. Con el compositor Arturo Krees hicimos El Bosque Animado y El sueño de una noche de san Juan, que fueron pioneras.

-¿Por qué se dedicó a esto?

-[M. G.] Es una cuestión de vocación. Me tiró la informática siempre, pero esto estaba detrás. En Vitoria había el centro de imagen y nuevas tecnologías. Se suponía que iba a ver una gran oferta de trabajo en imagen, que la ha habido, pero de otra manera. De esta escuela ha salido mucha gente que está trabajando en fotografía, montaje de imagen...

-¿De dónde se considera usted?

-[M. G.] Tienes un cierto sentimiento de pertenencia a una ciudad y yo soy de Vitoria. De carné puede decirse que soy de Donostia, pero allí solo he vivido tres meses. Por otro lado, en Guipúzcoa está toda la familia de mi padre, por lo que hay una atracción muy fuerte y un cariño casi romántico. Aquí tengo una parte importante de mi vida y siento también que soy de aquí. Realmente eres de donde es la gente que quieres.

-¿Qué hace un productor de sonido en Ponteceso?

-[M. G.] Estar con los amigos, disfrutar de la gastronomía... Yo me traigo un equipo para grabar sonidos o ambientes para películas. Es una forma de conocer los espacios, porque una foto se hace en una décima de segundo, pero para un sonido tienes que estar cinco o diez minutos en el espacio, quedarte quieto en silencio y es otra cosa la que percibes...

-¿Siempre quiso ser militar, Íñigo?

-[Í. G.] Después del COU quise entrar en el ejército como soldado raso, para conocerlo desde abajo. Mi idea era estar un año o dos y preparar la oposición para la Academia General Militar, pero acabé pasando por todos los empleos y ahora soy capitán.

-¿De dónde nace esa vocación?

-[Í. G.] Siempre me ha gustado la historia y el interés por las batallas y saber lo que pudo pasar y la coyuntura que la rodeó. Empecé por la carrera militar y después me puse a estudiar Historia estando destinado en Zaragoza de alférez. Tenía la tarde más libre.

-No parece que el País Vasco sea proclive a los militares

-[Í. G.] Históricamente, sí. Tenemos a El Cano, a Blas de Lezo... Lo que pasa es que desde finales del siglo XIX con el tema del nacionalismo y Sabino Arana la cosa ha ido cambiando un poco .

-Tiene ahora un par de proyectos en relación a la zona.

-[Í. G.] Se trata de coger los textos de Eduardo Pondal y ver qué nos queda hoy en día de eso de lo que hablaba. La curiosidad de ese médico que nunca llegó ejercer es la que nos ha permitido conocer qué teníamos hace 150 años en la zona. Son restos que podemos encontrar incluso en la toponimia de los pueblos. También me interesa el nombre de Cospindo, porque hace referencia a una antigua deidad celta, prerromana, que está relacionada con Ares, con Marte. Algo tiene que haber por aquí...

-No debe parar nunca, porque en Córdoba, donde vive ahora, también hay un montón de historia. Parece que se interesa por todo.

-[Í. G.] Intento visitar siempre algo. Habitualmente cojo el tren el fin de semana para ir a Zaragoza, para estar con mi mujer, pero estuve en Antequera, en los dólmenes y vi la enorme diferencia que hay con Dombate. No se parecen en nada.

-También participó en el libro Viaxe polo corazón de Bergantiños, de Pumar Gándara.

-[Í. G.] Más de cuarenta fotografías mías tiene el libro. Fue a través de Xosé Manuel Varela que me comentó que estaban interesados en coger fotos que tengo colgadas en el Facebook.

-¿Cómo es su vinculación con la comarca?

-[Í. G.] Primero emocional, pero se ha ido complementando con el interés histórico de conocer qué ha pasado aquí y como ha sido la evolución del lugar.

-Son pioneros en la Escola de Verán.

-[M. G.] Pienso que esta aldea es singular, que hay mucha unión, mucho cariño por la cultura, mucho bullir de acontecimientos, cómo se vive aquí la fiesta de las Letras.

-[Í. G.] Hay que reconocer que para que haya algo así tiene que haber una autoría intelectual y yo creo que ahí Xosé María Varela ha hecho muchísimo. Creo que este pueblo no se dará cuenta del impulso que le ha llegado a dar .

-[M. G.] Yo creo que la gente es consciente y también tiene gente alrededor...

-¿Echan de menos O Couto?

-[L. B.] Yo estoy encantada en Vitoria, viví allí toda mi juventud, aunque yo al primer lugar que fui fue a Pasajes de San Pedro. De O Couto no hubiera salido nunca. Antes de marcharme solo había ido una vez a A Coruña. Cuando yo me fui lo hice para vivir con una hermana mía que ahora tiene aquí casa también, porque vienen también todos en verano.

«Me tocó el alma la destrucción de la biblioteca de Sarajevo»

Tanto Íñigo, en Bosnia y el Líbano, como Martín, en el País Vasco, han vivido situaciones dolorosas o incómodas.

-¿Cómo llevan el nacionalismo y las declaraciones de actores que han causado revuelo?

-[M. G.] Yo creo que cada uno tiene su opinión y mientras respetes la del otro y haya una mesura en lo que dices... No pueden hacer afirmaciones de determinado calibre sin una base histórica o sin conocimiento. Hubo una época en la que decía muchas cosas y me callé muchas veces por la forma en que la gente te responde. Te das cuenta de que, como con el fútbol, la gente pierde la cabeza. Hay cosas que, como no tienes una profesión que te obligue a opinar sobre ellas, creo que es mejor ser más discreto. En nuestro sector ha hecho bastante daño. También creo que ha habido bastante revanchismo.

-Pero también estamos viviendo una época en la que no puedes opinar libremente.

-[M. G.] A nivel de censura no fue muy afortunado aquello de Alka ETA, pero también hay que ver qué espacio tiene la creación y cuán preparada está la gente para entender esas cosas y cuando se sabe que es una creación artística y no una apología del terrorismo. Hace falta una sociedad con preparación, que no se cierre sobre sus convicciones absolutamente.

-Imagino Íñigo que por su trabajo habrá conocido diferentes lugares de España.

-[Í. G.] Ahora estoy en Córdoba y antes en Zaragoza, Melilla, Lérida, Madrid, Vitoria, Valladolid, Santoña...

-¿Su casa dónde es?

-[Í. G.] Prefiero considerar ningún sitio mi casa porque nunca sabes dónde puedes terminar... Además he estado en Bosnia y en el Líbano.

-¿Cómo se lleva eso?

-[Í. G.] Depende del destino. En Bosnia eran misiones de reconocimiento, sobre todo el control del armamento de los serbios. En el Líbano, en el 2014, era de relaciones cívico-militares. Era mantener los canales abiertos entre las autoridades civiles y religiosas y el batallón español. Un montón de misas de todas las religiones me he comido y cafés turcos he tomado a patadas. Lo peor es ver sufrir a la gente, sobre todo a los niños, pero como amante del patrimonio tengo que decir que me tocó el alma la destrucción de la biblioteca de Sarajevo. Entre nuestras obligaciones está la protección del patrimonio. Ahora las misiones son del tirón y uno acaba tocado, también físicamente.