«Esta é unha sensación que está dentro do corpo, non se pode explicar»

Patricia Blanco
Patricia Blanco CARBALLO / LA VOZ

LAXE

Emoción en la recreación del Naufraxio de Laxe, seguido por una multitud en su 55.ª edición

18 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El de ayer era un día tan importante que José Alfonso Mira Devesa acudió a casa de su madre por la mañana. «Tes que vir hoxe comigo no barco», le dijo. Él, armador y patrón del Roque y Paz, no solo sería el encargado de llevar a la Virxe do Carme en la procesión marítima, sino que también tendría el duro papel de hacer de fallecido durante la recreación del Naufraxio, Festa de Interese Turístico en Laxe. Y ella, Carme do Roque, a sus 81 años, fue. Ni siquiera necesitó ayuda para subir. Había años que no lo hacía, que no iba en barco, pero por su hijo no lo dudó, «e todo saíu ben». Son las pequeñas historias personales -como hay tantas- de una celebración realmente multitudinaria. Ayer, como cada 17 de agosto, Laxe fue el centro de todo.

En torno a la una de la tarde, cuando las ollas ya hervían a cachón, la Escola de Gaitas de Ortigueira acompañó a la imagen de la patrona de los marineros en procesión hasta el muelle. Quienes la portaban sostenían sobre sus hombros casi 400 kilos de talla: había mucha, mucha gente, pero un silencio cubría todo cuando los músicos paraban para empezar una nueva pieza. Aguardaba una multitud en la rampa y el repique de campanas fue a más. Todo el mundo lo esperaba, porque sabían que iba a pasar, pero nadie, por muy poca vinculación al mar que tenga, puede quedar ajeno al momento en el que varios marineros, en medio del mar, encienden sus bengalas para alertar de la inminente desgracia. El barco en el que van se hunde. Peligra la vida y brotan las lágrimas. Se echan al agua para tratar de alcanzar la costa, y todos, menos uno, lo consiguen. Extenuados, pero vivos, cuatro de ellos portan al náufrago fallecido, inerte, boca abajo, y lo postran a los pies de la Virxe do Carme. Demandan un auxilio divino, como el que piden todos los días cuando salen a faenar y se persignan. Intercede la patrona de los marineros y el que había expirado se levanta. Entonan el Salve en agradecimiento y estalla el aplauso unánime, rotundo.

Avelino Lema instauró este Naufraxio hace ya 55 años, en 1962, tal y como había visto hacer en Perú. Ayer, siguió cada detalle de la recreación y tomó parte incluso en la procesión marítima. A sus 85, dice que va cansado, que le pesan las piernas. «Pero verémolo para o ano, ¿non?». «Se Dios quere», contesta él. En la muerte no se puede pensar. Así lo cree José Alfonso, y así lo cuenta mientras dirige el rumbo del Roque y Paz en la procesión. «Ao mar non lle podes ter medo. Respecto si, pero medo non. Se llo tes, non es mariñeiro», afirma. Vio peligrar su vida a los 9 años cuando el bote en el que iba con otras tres personas se llenó de agua, pero eso no impidió que a los 13, hijo de mariñeiro como era, decidiese también dedicarse al mar. Y sigue, a los 55. «Esta é unha emoción que está dentro do corpo, non se pode explicar con palabras», confiesa sobre lo que sintió siendo el fallecido en el Naufraxio y llevando a la imagen en el Roque y Paz, por segunda vez. Este, que tuvo doble papel, será su último año en la recreación. O eso piensa. «O Día do Naufraxio, para os mariñeiros, é o día máis grande que hai», sentencia Manuel Villar, patrón mayor de la cofradía de Laxe. En el mar, los barcos dan vuelta a las coronas de flores arrojadas en memoria de quienes fallecieron. La muerte, a veces, también lo cubre todo, y eso no se olvida.