No todas las aportaciones llegaron a buen fin

Luis Lamela

CORCUBIÓN

21 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En la Costa da Morte, la mayoría de los filántropos son hombres que emigraron, pero también, aunque en menor medida, personas que aquí residieron y fallecieron; individuos que sabían de las carencias educativas, materiales y sociales de los que quedaban atrás y que más tarde, quizás, se viesen obligados a emigrar como ellos.

Nombres muy conocidos que sintieron arraigo en cuerpo y alma a la tierra que dejaron atrás, como Fernando Blanco o José Carrera, Simón Tomé y Laureano Riestra, o Anselmo Villar Amigo. Pero, aunque menos reconocidos, también Santiago Domínguez Trillo y Juan Bautista Carrera; los muxiáns Domingo Miñones, José del Río Osorio o Manuel Bello López, o el camariñán Domingo Antonio Rodríguez Canosa, o el fisterrán Ramón Insua Martínez, o el zasense Manuel María Pose de Prado, o el originario de Santiago y médico de Cee Aurelio Cardalda Martínez, personajes singulares, alguno poco conocido.

Y también las sociedades ABC de Corcubión o Hijos de Zas, que, con las aportaciones de sus socios emigrantes construyeron escuelas en varios municipios, y con ello abrieron un abanico de posibilidades para los niños, hasta que fueron frenadas por el estallido de la guerra civil.

La penosa realidad es que, a pesar de la voluntad de los citados, no todas sus aportaciones tuvieron buen fin. Existieron casos en los que los albaceas, o no pudieron, o no quisieron llevar a buen término la voluntad de aquellos que a la hora de su muerte deseaban ayudar a sus semejantes más necesitados, pues de todo hubo en la viña del Señor.

Esplendor y decadencia, fulgores que se apagaron en casos. El tiempo hizo desaparecer capitales, que son finitos, y de algunos no queda ni sombra, pero no es óbice para reconocer el desprendimiento y buena voluntad de los benefactores, que siguen siendo ejemplo, conviene no olvidarlo. Y honrarlos.