«Inda parés que foi onte»

moncho núñez

CARBALLO MUNICIPIO

Jose Manuel Casal

«En aquellas sobremesas con sabor bergantiñán de mi infancia se modeló en gran parte la idea profunda con la que siento Galicia», evoca sobre José Astray Labarta

22 ene 2017 . Actualizado a las 18:21 h.

Aún parece que fue ayer. Y ya hace más de 60 años. El momento culminante de la fiesta de San Ramón, en casa de mis padres, venía cuando en la sobremesa el tío Pepe, de Carballo (José Astray Labarta) accedía de buen grado a la solicitud, unánime y reiterada por todos los presentes, de que recitara otra vez la poesía A festa da patrona de Tabeirón. Que yo recuerde, lo hizo todos los años que estuvo, que fueron todos los de mi infancia, de modo que algunos hemos terminado por aprenderla.

Así comenzaba: «Inda parés que foi onte/Inda percebo a fragancia/das rosas da miña infancia;/ oigo o marmullo da fonte/ qu’está preto do meu lar,/ y-o calore hastra min chega/ da casiña que fumega/ acochada antr’o pinar». Me parecía especialmente lúcido ese comienzo en el que los recuerdos profundos aparecen vinculados a olores, sonidos y sensaciones térmicas. Era un cuadro multisensorial evocado solo con palabras, con calidez poética, y que hoy veo también con calidad descriptiva desde el punto de vista científico.

Durante un cuarto de hora el admirado tío Pepe iba recitando con fuerza y emoción creciente los versos de esa poesía, escrita por Enrique Labarta Pose, y que fue premiada en agosto de 1903 en los juegos florales del Círculo Católico de Obreros de Pontevedra. Es un relato sobre el contraste que percibe un emigrante al regresar a Galicia después de pasar toda una vida en el extranjero, y que termina con una vibrante explosión de identidad.

Tras ese sentido recital venía la tertulia sobre el continuo cambio de costumbres, y el lamento sobre pérdidas que siempre duelen. Luego llegaba el momento de hablar de su pariente Enrique Labarta, de su popularidad, su vena satírica y su actividad como periodista, pero también e inexcusablemente de Alfredo Brañas, cuya mención desencadenaba inmediatamente el recitado de aquel otro himno gallego que pudo haber sido, y que comenzaba potente con un «Casta dos celtas, esperta axiña». En aquellas sobremesas con sabor bergantiñán de mi infancia se modeló en gran parte la idea profunda con que siento Galicia.

Rosalía, Castelao, Pondal...

Fue en tales ocasiones cuando oí hablar por vez primera también de Rosalía, de Castelao, de Pondal y de Curros, y también de A Virxe do Cristal, de conflictos con la Iglesia, y de la cárcel por escribir, y de otros versos que daban paso al silencio: «Mais as outas ideas/ e os sagros pensamentos,/ ninguén pode coitalos,/ nin cinguilos,/ nin Deus mesmo». He de confesar que el tiempo transcurrido -y quizás mis pocos años de entonces- pone neblina en algunos recuerdos de otros temas que también salían en aquellas sobremesas y despertaron mi curiosidad, como el wólfram o la implantación de la línea de trolebuses.

De tío Pepe recordaré también siempre los libritos que me regalaba y con los que yo después hacía dibujos animados. Eran los tacos con las matrices sobrantes de los talonarios de billetes de los trolebuses Coruña-Carballo, empresa donde él trabajaba y que desde 1950, poco a poco, se convirtió en emblemática para el desarrollo de Bergantiños. Los coches cubrían, en algo más de una hora, los 33 kilómetros de distancia entre las dos ciudades, llegando a hacer hasta 40 paradas en el trayecto, de modo que solo en un recorrido podía ser utilizado por más de doscientas personas.

No sé si es por haber nacido y vivido toda mi infancia en la coruñesa Avenida de Finisterre, y así formaban parte de mi paisaje urbano habitual, pero el caso es que lamenté en 1971 la supresión de aquel medio de transporte eléctrico que era silencioso y limpio, en la que había sido la línea interurbana de trolebuses para pasajeros más larga de Europa. Un orgullo tecnológico que ya es pasado y del que tampoco fuimos conscientes. Inda parés que foi onte.