El abandono derrota a los molinos

J. v. L.. CEE / LA VOZ

CAMARIÑAS

JOSE MANUEL FERREIRO

La ruta de A Ponte do Porto ofrece un paseo agradable pese a la falta de conservación

22 feb 2017 . Actualizado a las 08:03 h.

La Ruta dos Muíños de A Ponte do Porto, que fue de las primeras en señalizarse en la zona y que el año pasado recuperó la homologación de la Federación Galega de Montañismo, sigue ofreciendo hoy uno de los mejores paseos por la ribera del río Grande, con un recorrido circular de 5,3 kilómetros, calificado como fácil y que, según los aficionados, prácticamente se puede hacer en zapatillas. Ahora bien, la situación de los propios molinos, este elemento tan definitorio de la etnografía propia, es bastante más precaria que la de la propia ruta. Se mantienen bastante mejor que la media de la comarca -conservan muros, techos y las piedras que les son propias para la molienda- pero su aspecto deja bastante que desear incluso después de una restauración con importantes de fondos públicos quedó a medias.

La degradación propia de la exposición al medio sin un uso continuado y el crecimiento de la vegetación han hecho su trabajo, hasta el punto de que algunos tienen ya un acceso complicado, que prácticamente hay que adivinar.

Al margen de los niveles de conservación, en ese tramo, además de disfrutar del entorno fluvial, se pueden encontrar ejemplos de casi todos los tipos de uso que tuvieron en su día, atendiendo al régimen de propiedad: los privados, los comunitarios o los de maquila, en los que el dueño cobraba con una parte del cereal molido. Incluso los hay como el denominado Muíño de Arriba, en As Barrosas, que tiene vivienda asociada. Entre los mejor conservados cabe citar el de Sofía, con canales y derivación de agua, y el más llamativo es, sin duda, el de Cota. Tiene cuatro ruedas y dos zonas de molienda, lo que ya queda evidenciado en su tamaño.

Toda la ruta, de la que hay información en la web del Concello, da fe del encanto natural del sitio y de su historia, que incluso motivó pleitos entre los vecinos y el señor de las Torres do Allo por los derechos que este tenía para la pesca del reo, que se veía disminuida con las obras.