El río Grande regala una sinfonía rural de verde y parajes conservados de viejo

Xosé Ameixeiras
X. Ameixeiras CARBALLO / LA VOZ

CAMARIÑAS

x.a.

Las "Andainas Coñece a Costa da Morte" recorrieron parajes de Vimianzo

07 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Acompañar al río Grande en su viaje hacia Camariñas es disfrutar de una sinfonía rural de verde y espacios de viejo. Las Andainas Coñece a Costa da Morte llegaron el sábado a Vimianzo, en concreto a O Mosquetín (Salto), un enclave que siglos atrás fue una especie de polígono de la artesanía rural, con tres batanes y siete molinos. Además era día de inauguración de las visitas guiadas, con Manuel Rial explicando labores ya perdidos. El conjunto está restaurado gracias al inagotable esfuerzo de unos pocos.

Antes, el grupo se había concentrado en la plaza de Señoráns, donde hasta casi mediados del siglo XX había una torre en la que durante centurias rigieron el coto. La marcha por la orilla del río fue plácida, bajo robles y alisos, con el río cantarín por veces al sortear las estrecheces de las rocas que lo adornan. Algunos carballos semejan hacerle honores al lecho, que presenta paisajes grandiosos y solitarios el resto del año en algunos puntos. Antes de llegar a Santa Irena, una escollera fluvial anuncia los abandonados Muíños Novos, otro conjunto de mérito. El refugio de los pescadores y la vieja capilla atraen las preguntas y las miradas de algunos caminantes que luego se introducen en un majestuoso bosque de ribeira, de esos que quedan pocos.

En O Vadalama, un puente rural y un nuevo conjunto de molinos, ocultos casi todos bajo la maleza y el abandono, apenas atraen la atención de muchos de los participantes, más atentos a sus tentempiés que a la belleza del entorno, descompensada por los mamotretos levantados para la traída de Laxe que nada casan con el entorno. Unos metros más abajo están los restos de la primera central eléctrica de Salto, de mediados del siglo pasado.

El siguiente camino discurre por los montes de A Viqueira (Laxe). Entre sus eucaliptos hay un molino de cubo. Luego llega O Foxo, una aldea solitaria en la que los perros denuncian la llegada de los intrusos, que pueden reposar su vista en un festival de flores. La caminata discurre hasta Vimianzo caminos entre terraplenes de la autovía y, luego, ya los viejos casones de Casais.