Impresionados por el caso Giséle Pelicot a quien su marido Dominique Pellicot drogaba y adormecía para que fuese violada por, al menos, 83 hombres, durante casi una década. Gracias al morboso coleccionismo de uno de los agresores los archivos gráficos cayeron en manos de la policía y los jueces valoran ahora el horror. Si transformamos la anécdota con otros actores o protagonistas, por ejemplo Gisele Pelicot, Galicia y su marido Dominique Pellicot, el Gobierno(os) España, tendríamos idea del abuso que ha supuesto desde hace más de un siglo, la construcción de embalses hidroeléctricos en todos los ríos de Galicia, acrecentado ahora por los campos de eólicos, de momento solo en tierra.
La opinión pública cree conocer la identidad de los actores, pasivos o activos de la historia, pero no es del todo así. Las únicas partes que permanece son Galicia, o más concretamente sus ríos, su litoral y sus vientos que han sido acaparados por el segundo personaje, el Estado español, que los ha vendido al precio que quiso en cada momento, para producir energía para todos y en parte para Galicia. Esta energía autóctona, en algún momento, era la única opción por la carencia de petróleo de España, como en la mayor parte de los países de la Tierra, pero la situación varió al utilizarse el lignito, carbón, uranio, gas, y más adelante la energía fotovoltaica, aunque no se sabe por qué no se utilizó la energía geotérmica (volcánica o no).
Inicialmente eran empresas españolas las que explotaban el recurso y los beneficios permanecían en el país donde se obtenían, pero, con el tiempo, fueron vendidas, o compradas, por capitales y países distintos al de origen y puede decirse que ahora solo es nacional el personal cipayo. El inmenso sacrificio de Galicia, no queda dentro su pacto de origen con su marido, el Estado Español sino que es aprovechado por sujetos ajenos al acuerdo. Galicia, adormecida y drogada, es expoliada de sus recursos: ríos por donde corre agua, montes donde el viento mueve la vegetación y el aire para delicia de los que viven aquí, incluso de su propia historia destruida por ahogamiento, o de sus recursos de acuicultura diezmados por los sentinazos de las hidroeléctricas extranjeras. El sacrificio de Galicia es aprovechado por otros, cuyos nombres no sabemos, para que en sus países los ríos, los vientos y el mar sean como debe ser.