La vivienda

Ramón Romar

CARBALLO

MATALOBOS

Mi aldea del alma | El escritor e investigador Ramón Romar continúa su serie de historias sobre su pueblo natal: Fornelos (Baio, Zas)

22 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Las casas construidas hasta mediados del siglo XX son todas hechas de piedra y barro, con grandes losas de granito bien trabajadas en puertas, ventanas y esquinas. Una vez eliminadas las cuadras de su interior y restauradas lucen mucho, junto con los hórreos, en el verde paisaje de Fornelos. Eran todas de dos plantas, tres con balcón, media docena sin chimenea y todas con las cuadras del ganado en su interior. El tejado era de teja de media caña, colocada sobre madera de pino y a dos aguas. Solían tener una única puerta al centro, cuatro o cinco ventanas, algunas de tamaño reducido. La puerta estaba dividida horizontalmente en dos partes, la superior permanecía abierta todo el día, para dar luz, ventilar, salida de humos, etc. y en la inferior estaba la gatera.

Al haber una sola puerta, la entrada era común para personas y animales, y lo primero que nos encontrábamos era una especie de distribuidor, conocido por o estrado (nombre derivado de una mezcla de tojos, helechos, hierbas, etc. que se ponía sobre el piso), rodeado de pequeños compartimentos para cerdos, terneros u ovejas. Luego estaban las cuadras de las vacas y bueyes con el pesebre mirando hacia la cocina. La cama de los animales era del mismo componente que el estrado.

La cocina era donde se convivía y se pasaba la mayor parte del tiempo. El pavimento era más o menos llano, hecho de arcilla natural o de losas de granito. Al fondo estaba la lareira, formada por grandes losas de piedra, que podían medir 2,50 x 1,50 m, y levantada del suelo unos 20 ó 30 centímetros. Sobre ella estaban las estrepias (trébedes) y las ollas. Había fuego casi todo el día (antiguamente el fuego no se podía apagar, por superstición) bien fuera para hacer la comida para las personas, para calentar el agua en el pote para hacerle la encaldada a los animales o para calentarse los huesos cuando se llegaba frío o mojado de las labores del campo. Al horno se accedía desde la lareira, (el horno en sí estaba adosado a la pared por la parte de afuera) y debajo de la puerta estaba a borralleira, hueco donde se depositaba la ceniza. Y sobre ella se levantaba una gran chimenea (las que la tenían) apoyada en las paredes y en o pé dereito (columna). De su interior colgaba la gamalleira (utensilio para colgar el pote). En un lateral estaba o saleiro, especie de cajón con tapa y respaldo que servía de banco y al mismo tiempo para guardar la sal, la sartén, el puchero y alguna que otra cacerola. Detrás do saleiro estaba o graseiro, alacena donde se colgaba los tocinos y los untos una vez retirados de la sal, y o unllar, lugar donde se depositaba la leña para el fuego.

En un hueco en la pared se encontraba o salgadoiro, pila de granito para salar la carne de cerdo. En la ventana estaba o vertedeiro, losa de piedra donde se lavaba la loza vertiendo el agua al exterior. En una lateral de éste se ponía la senlla del agua.

La artesa para amasar el pan hacía de mesa para comer los mayores. Los niños tenían como mesa a lareira y las mujeres se sentaban en un banco y ponían la taza o el plato encima de las rodillas. En mi casa, como mesa, había un tablero bastante grande, sujeto a la pared con dos ejes y con un punto de apoyo giratorio. Al terminar de comer se levantaba y se sujetaba a la pared.

Otro mueble era o alzadeiro para colocar los platos y las tazas (era una especie de estantería que en vísperas de fiestas se adornaba con papeles pintados). La cama de los petrucios (jefes de familia) solía estar en un hueco debajo de la escalera, para así estar pendientes de los animales y del fuego.

En la planta alta el piso era de madera de pino, y había muy pocos muebles: las camas, alguna mesilla, alguna silla y unas huchas para guardar la ropa. El colchón podía ser de lana o jergones de paja o de casulas de maíz. Estos jergones tenían por uno de los lados unas ranuras para meter las manos y así poder colocar la paja. El mío, por alergia a la lana, era de virutas de corcho.